¿Integración, marginación o compromiso? Tensiones del intelectual contemporáneo
Una perspectiva para ver. El sujeto crítico de Beatriz Sarlo
de Romina Pistacchio
Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2007
Beatriz Sarlo no sólo es una de las y los intelectuales argentinos más prominentes de la actualidad. Autora prolífica, desde hace más de dos décadas ella ocupa un lugar destacado en los estudios literarios de su país y desde hace más tiempo aún es directora de una de las revistas culturales de mayor continuidad y prestigio en la región, como es Punto de Vista. Y es precisamente desde este espacio editorial y desde varios de sus ensayos, entre ellos destacadamente Escenas de la vida postmoderna, que ella se proyecta hacia esa corriente mayor que, en los últimos veinte años, se define en torno a los llamados “estudios culturales latinoamericanos”. Este es un espacio amplio y no exento de tensiones, que se ha instalado como una de las áreas más dinámicas de la investigación y de la crítica cultural, estimulando con sus desafíos la apertura disciplinaria e interdisciplinaria, la incorporación en el debate académico de problemáticas ligadas a la cultura popular y las industrias culturales, y la observación de la cultura urbana desde miradas socio-simbólicas. Por otra parte, desde las voces de sus exponentes más críticos frente a la nuevas configuraciones culturales en la era de la globalización neoliberal, estos estudios han contribuido a mantener activa una vocación de intervención intelectual en el debate público, procurando no desligar las reflexiones académicas de las prácticas políticas en un continente donde las desigualdades y las exclusiones siguen estando a la orden del día.
En este marco, no puede sino extrañar la escasa atención que la crítica especializada contemporánea ha dedicado a la obra de Beatriz Sarlo. Con la excepción de Andrea Pagni, Erna Von der Walde, Horacio González y Jorgelina Corbatta, cuyos artículos Romina Pistacchio cita y discute en su texto, no hay muchas referencias críticas significativas sobre la escritora argentina que vayan más allá de las reseñas periodísticas sobre sus libros más difundidos. Una constatación que no se condice ni con la relevancia ni con el impacto de su trabajo, y que sólo podríamos pensar desde las dinámicas tradicionalistas de un campo intelectual latinoamericano poco habituado a reconocer en su justo mérito los aportes intelectuales de mujeres, aún cuando ellas, como es el caso de Beatriz Sarlo, hagan descargos explícitos frente a una política intelectual de inflexión feminista.
Es a la luz de estos antecedentes que debemos referirnos al libro de Romina Pistacchio, Una perspectiva para ver. El sujeto crítico de Beatriz Sarlo, publicado en Buenos Aires a finales de 2006, el que constituye no sólo un aporte al conocimiento de la labor de esta intelectual destacada, sino que de hecho es el primer estudio en profundidad de que disponemos hasta ahora sobre una problemática central dentro de su obra. Una circunstancia que la Editorial Corregidor reconoce explícitamente cuando integra este volumen a la lista de los títulos que ya componen su colección de Nueva Crítica Hispanoamericana. Ahora bien, como explicita el título del libro, el trabajo de Romina Pistacchio se acerca a la producción de Beatriz Sarlo desde un enfoque metacrítico, que investiga el modo como se pone en práctica, en la obra de la crítica argentina, una representación del intelectual en la escena cultural contemporánea; representación que espejeadamente también supone una auto-representación de la propia Sarlo en tanto intelectual que interviene activamente en la esfera pública.
Para llevar a cabo su propósito, Romina Pistacchio nos propone un recorrido que pasa por distintas estaciones en esta búsqueda tras un locus de enunciación intelectual en la cultura de la tardo-modernidad latinoamericana. La primera de estas paradas se titula “La búsqueda del lugar” y tiene por objetivo relevar ciertas herencias ideológicas y programáticas que estarían en la base del proyecto sarliano. Entre ellas, la autora destaca la presencia de Walter Benjamín, cuya obra transgresora y cuya su propia vida, “inatrapable e inconclusa” (24), habrían incidido decisivamente en la construcción de un proyecto en permanente movimiento y en el modelo intelectual que buscará articular Sarlo. En particular, le parece relevante a Romina Pistacchio la comprensión benjaminiana de la “historia moderna como olvido” o borramiento, cuyas huellas (ruinas), sin embargo, hacen posible rememorar zonas ocultas de eventos y objetos que dejarían al descubierto las contradicciones de nuestro presente. Desde este enfoque, Sarlo observa en sus Escenas de la vida postmoderna el simulacro naturalizado del shopping-center, haciendo evidente la artificialidad de ese espacio Universal organizado bajo el dominio del mercado, que sistemáticamente busca expulsar de sí toda referencia o recuerdo que pueda aludir al mundo exterior y a las luchas que allí se juegan. Si la huella es el objeto perseguido, el método es el vagabundeo o flanería, y la epistemología que se dibuja es la que, desde la idea de heterogeneidad benjaminiana, avanza hacia la configuración del concepto sarliano de “las orillas”. Ese modo que la escritora descubriría en Borges, refiriéndose a la compleja instalación de un escritor que crea desde los bordes de una modernidad central, apropiando y resignificando sus signos; algo que, de suyo, no puede caber dentro de las categorías canónicas, ideadas por y para leer producciones culturales metropolitanas.
En la segunda parte del libro de Romina Pistacchio, “Una propuesta siempre inacabada”, de lo que se trata es de contextualizar teórica e históricamente la figura del intelectual, a partir de los aportes esenciales de Antonio Gramsci, Edward Said y Angel Rama. Desde estas referencias, Pistacchio sigue el recorrido de Sarlo y su grupo desde el grado cero de su actuación, cuando la dictadura militar instalada en 1976 en la Argentina decidió borrar por decreto toda disidencia política e intelectual. Una circunstancia que, sin embargo, no logró acabar con la tozudez de aquéllos/as intelectuales irredentos/as que, en esos años oscuros, lograron fundar y mantener en pié a la revista Punto de Vista. Desde ahí, Pistacchio reencuentra a Sarlo interviniendo en la escena de una transición democrática, expectante pero breve y frágil, que no fue sino la antesala de una hegemonía neoliberal que abrió paso a la crisis terrible que experimentó el país a comienzos del nuevo milenio. En este marco, Romina Pistacchio nos entrega el despliegue de una reflexión que Sarlo inicia en 1988 con el libro Una modernidad periférica y que, pasando por Escenas de la vida postmoderna del 94, se proyecta hacia la actualidad. Un trayecto donde es posible pesquisar los derroteros de un sujeto intelectual que, habiendo fijado su punto de origen (la primera modernidad de los años 20 y 30), ahora debe referenciarse nuevamente en las coordenadas simbólicas que vienen adosadas a la nueva fase del capitalismo. Y es en este escenario confuso, plagado de contradicciones y vacío de discursos, donde Sarlo intentaría hacer un deslinde, abrir un lugar posible, para una voz crítica que negocia y pugna entre las seducciones del mercado y el aislacionismo de un pensamiento negativo (radical) que elude todo compromiso que pudiera situarlo en el terreno del enemigo.
Una tercera parte del libro, “Direcciones”, se concentra de lleno en el análisis de la propuesta intelectual sarliana, la que aparece articulada de modo paradigmático en Escenas de la vida postmoderna, pero cuyas huellas genealógicas podríamos rastrear en textos anteriores y posteriores al de 1994. En este marco, uno de los aspectos que me parecen más interesantes en la argumentación de la autora, es el modo en que ella explica las ideas de Sarlo a partir del debate con dos posicionamientos levantados por la crítica. Por un lado, el que la ubica en una instalación de nostalgia moderna: la del intelectual mentor y profeta que lamenta la pérdida de su protagonismo histórico (Pagni-Van del Welde); por el otro, el que la ubica en el sitio cómodo y conformista del intelectual posmoderno, integrado a las instituciones y seducido por la cultura de masas, que termina por sacrificar el rigor de su crítica en pos de privilegiar instalaciones “posibles” dentro de los esquemas y lenguajes socialmente admitidos (González). Frente a estas visiones polares, Romina Pistacchio es capaz de articular una mirada propia, que se desentiende de lo que ella misma denomina “la posición cómoda de la sospecha inconducente” (127), que la llevaría a concretar un mero ejercicio de deconstrucción. Por el contrario, ella apuesta al rescate del sujeto crítico de Sarlo desde el supuesto de que éste representaría un tipo de quehacer intelectual válido, donde se entrelazan adecuadamente el ejercicio teórico y el político-constructivo. Una práctica que tendría por meta contribuir a destrabar el dinamismo de nuestras sociedades, atrapadas en las redes de grupos de poder que, a la vez que sostienen y sacan tajada de la desigualdad social, se benefician del silencio generalizado. Una propuesta intelectual que, como sostiene la autora, “más que dar respuestas nuevamente monológicas” acerca de nuestro presente, intenta entregar ciertas “perspectivas para ver” y orientarse mejor dentro de él (127).
Finalmente, en una cuarta parte, que parece querer salirse del libro, pues se sitúa a posteriori de la bibliografía, pero que, sin embargo, bien podría integrar su cuerpo principal, Romina Pistacchio nos entrega un aporte no menor con la inclusión de una lúcida entrevista que ella misma realizó a Beatriz Sarlo en abril de 2004. Un texto en el que se explicita un rico diálogo de trastienda entre ambas críticas, en el que Sarlo (habitualmente parca respecto de sus fuentes y procedimientos) deja entrever ciertas referencias que contribuyen a comprender mejor su proyecto, y donde también podemos descubrir, tras el hilo discursivo que teje la entrevistadora, la pre-historia de este libro, una ur-historia, para utilizar una terminología benjaminiana muy recurrida en él, que nos permite leer las intuiciones y motivaciones que guiaron a Romina Pistacchio en el desarrollo del proyecto que se materializa en su libro.