“Con esta primera incursión en la narrativa, Dávila apuesta por el péndulo como clave formal: un movimiento incesante entre memorias, culturas y afectos que rehúye toda linealidad. Ese vaivén se vuelve un ritmo vital que otorga a su escritura una singularidad inquietante y poderosa”, nos dice la periodista, escritora y estudiante del Doctorado en Estudios Mediales, de la Universidad Alberto Hurtado, Elisa Montesinos, sobre la última publicación de Ignacio Valle-Dávila.
A caballo entre el diario íntimo, la novela autobiográfica y la crónica, Ahora que vamos deprisa, de Ignacio del Valle-Dávila, es un salto entre tiempos, ciudades, recuerdos, viajes, novias, cineastas, escritura de tesis. Su autor es especialista en cine latinoamericano de los 60 y 70 y ha publicado varios libros, entre ellos Cámaras en trance (2014) por Cuarto Propio. Con esta misma editorial debutó en 2023 en la narrativa inaugurando su seudónimo literario, Ignacio Dávila. Como él mismo escribe en la contratapa de la novela, se trata de “un vaivén frenético, como el péndulo de un reloj que va muy deprisa, de un país a otro, de un continente a otro, de una lengua a otra, de un tiempo a otro, hasta que la muerte desmonta todo el mecanismo”.

Si bien en un comienzo no aparece un argumento o hilo conductor claro, la migración, el lento aprendizaje de una nueva lengua, la vida en pareja, la amistad, la infancia son temas que se van desgranando en una sucesión de anécdotas a lo largo del libro. Álvaro ha emigrado desde niño de Chile a España y de vuelta a Chile, luego en la adultez de regreso a España, y posteriormente a Francia y Brasil. El relato es entregado en un tiempo fracturado que se multiplica en distintas ciudades y relaciones, sin que de buenas a primeras sea posible advertir claramente un antes y un después.
La novela se inicia con Álvaro esperando una junta médica para saber cómo ha evolucionado su estrés postraumático tras un evento que evita mencionar y elude, en un largo rodeo que se extiende por gran parte de la narración y le sirve de excusa para dar vueltas o saltos por distintos eventos de su vida en viaje. Como el mismo narrador explica:
Mi memoria funciona como las pulseras que hace mi hija Eva: un pequeño elástico verde que sus dedos finos enlazan a uno naranja y al que después va añadiendo otros minúsculos elásticos amarillos, rojos, blancos, rosas. Un trocito de infancia en España, otro de mi matrimonio en Brasil, un recuerdo de Chile y de Francia para poder trazar las sendas de la vida y de la muerte (pp. 13-14).
La primera migración es el exilio a España, tras la debacle económica de su familia en Chile a mediados de los 80 en pleno auge de los Chicago Boys. Las posteriores mudanzas entre culturas y lenguas se deben a estudios de posgrado, y una vez finalizados, a la búsqueda de un puesto en alguna universidad. Tal como Álvaro, Ignacio Dávila realizó estudios en cine y ha vivido una serie de migraciones desde los tres años. Quizás por eso los diálogos más “maqueteados” son los que suceden entre chilenos. Sin duda, el autor se mueve mejor en la multiculturalidad con personajes que se expresan en distintos acentos.
En uno de los tantos momentos de la vida de Álvaro, su novia está haciendo una tesis en cine. Muchas de las reflexiones y debates que se dan al interior del libro tienen la estructura de un ensayo académico, y suceden mientras el protagonista postula a un doctorado, lo cursa, o realiza su posdoc en una carrera que otra vez lo llevará a emigrar para asegurarse las esquivas plazas para investigadores. Todo esto en medio de acaloradas discusiones respecto a una lectura o a un teórico, a propósito de eventos tan mundanos como el carnaval brasileño.
El narrador protagonista podría sufrir de déficit atencional o hiperactividad. Intenso y autorreferente, tiene la ansiedad de relatar en el estilo de una lluvia de ideas, sin orden fijo, en una deriva de un punto a otro, como parte de un fluir en que solo él y su vida se mantienen como única constante, y de regresar recurrentemente a la niñez y a la vida en familia en un contexto de inmigración. La narración parte con la espera de un veredicto médico y salta de un punto a otro porque le cuesta llegar a lo que quiere decir y, para decirlo, debe pasar lista de los eventos que lo marcaron. Uno podría imaginar la vida de un flamante académico como plena de éxitos, pero aquí se ve el reverso, la falta de plazas, las dificultades por las que atraviesa cuando la beca doctoral se acaba y hay que enfrentar el mundo real.
Ya asentado en Brasil, entre problemas laborales, viajes y desazón política ante al advenimiento de la era Bolsonaro, en pleno carnaval surge la noticia de que Álvaro y su pareja Vera serán padres y, páginas más adelante, la esperanza de una segunda hija. Las visitas médicas se suceden: es un embarazo de alto riesgo. El tema médico es recurrente en el texto, dadas las operaciones al cerebro de Álvaro en su niñez y los dos embarazos que se relatan en detalle, con ecografías, exámenes, hospitalizaciones, operaciones, sangre, vendas, contracciones y dilatación incluidas.
Hacia el final todas las piezas se engranan como en un montaje cinematográfico. Los distintos tiempos y personajes toman su lugar en la biografía del protagonista. La era Bolsonaro se mezcla con el advenimiento del COVID-19 y un trágico hecho que desencadenará el estrés posraumático del narrador y la depresión de su esposa. En la última parte, la trama adquiere una progresión dramática intensa, que conmueve a la vez que mueve a la reflexión respecto a lo inhumano que puede ser un parto humanizado, la extrema medicalización del nacimiento, las pérdidas y la capacidad de resiliencia de la escritura.
Con esta primera incursión en la narrativa, Dávila apuesta por el péndulo como clave formal: un movimiento incesante entre memorias, culturas y afectos que rehúye toda linealidad. Ese vaivén se vuelve un ritmo vital que otorga a su escritura una singularidad inquietante y poderosa.