“Creo que lo que escribo es en general crudo. Busco no hacer tantas concesiones a la hora de escribir, mostrar sin piedad o compasión, pero a la vez encontrando la sutileza. Esto hace que se muestren realidades que escondemos, que preferimos no ver, no oír, no hablar de ellas. Nos causan repugnancia o desesperación, ojalá nadie nos hable de eso. Enfrentarse a la decadencia del cuerpo, por ejemplo, no es algo que todos estamos dispuestos a resistir. A mí me gusta meterme ahí”, nos dice Bernardita Bravo, en esta entrevista realizada por tres estudiantes de la Licenciatura en Lengua y Literatura, de la UAH (Camila Rojas, Catalina Araya y Estefanía Correa) en el contexto del curso “Teoría, práctica y lugares de la crítica”, dictado por la profesora Ana Lea-Plaza.
Entre transeúntes y estruendosos ruidos de motocicletas y centenares de vehículos encontramos un espacio tranquilo para conversar: el Café Público del Centro Cultural Gabriela Mistral, en Santiago Centro, con la escritora Bernardita Bravo. Autora de Estampida (2018) y No reinas (2022), Bernardita es, además, ganadora del Premio Municipal de Literatura de Santiago 2019. Quisimos conversar con ella para indagar en su trayectoria como escritora, y en la temática y estética de sus cuentos.
Camila Rojas: Quisiéramos saber cuál es tu vínculo con la literatura, quiénes inspiraron tu relación con la escritura cuando niña y ahora que eres adulta.
Bernardita Bravo: Siempre me gustó leer, aunque suene a lugar común para los que somos lectores y escritores. En mi caso es un placer desde pequeña, con mi mejor amiga poníamos los libros que sacábamos de la biblioteca por sobre los textos de estudio en clases. Mi mamá, amante del arte, estaba atenta a qué cosas nos gustaban y me estimuló el gusto por la cultura en general: artes, fotografía, teatro, cine, música. Creo que la literatura se conforma a partir de una amalgama de otras miradas sobre la vida. Creo también que tenemos ciertas inclinaciones por cosas que no necesariamente tienen una explicación visible, maneras de manifestarnos o talentos que muchas veces adquirimos a través de generaciones. Mis primeros escritos eran cuentos bastante poéticos y crípticos, un poco desfasados con respecto a la edad y experiencia que había tenido hasta entonces. Además, siempre he sido muy curiosa, me gusta oír conversaciones, que me cuenten historias. Mi papá me contaba cuentos y yo oía con avidez, expectante; me rodeaba mucho de adultos y tenía la “oreja parada”. Creo que es una atención cotidiana la que me ha formado como escritora.
Catalina Araya: Según has contado en otras entrevistas, los cuentos de tu libro Estampida fueron escritos en diferentes épocas: ¿en qué momento y de qué modo nació la idea de publicarlos?
BB: Con la llegada de mi segundo hijo, en esa etapa en que se está criando y el día a día es bastante rutinario pese a la revolución que significa tener hijos, sentí el peso de lo cotidiano y la necesidad de recobrar esa creatividad muchas veces sofocada por actividades, obligaciones etc. Podemos quedarnos en esa pesadez que también es cómoda, o tomar el desafío creativo. Elegir aferrarte a las pasiones que te movilizan y que las otras pasiones no tienen por qué dejar de lado. La escritura es para mí un espacio de completa libertad, un flujo de energía que me permite fluir mejor en otros escenarios. Entonces fue una “fuga íntima” reunir esos cuentos de Estampida, y a la vez la posibilidad de vivir ese presente con mayor fuerza. La maternidad atraviesa el cuerpo, la psiquis y el corazón, el hecho de volcarse a un otro que supone la maternidad hace que justamente quieras también recobrarte de nuevas maneras. Y apareció una convocatoria de Editorial Cuneta justo en ese momento, que gané para poder publicar.
¿Somos lo que hacemos? Casi siempre nos definimos así. Yo hago, en vez de yo soy. Estamos atravesados por una especie de “mandato laboral” que a veces puede devorarnos. Y en la práctica, muchos trabajos nos precarizan y esclavizan más de lo evidente. Están aquellos trabajos mal remunerados, donde somos vulnerados, etc. pero también aquellos donde el éxito y el poder parecen comerse todo lo demás. Las relaciones de poder, jerarquías y competencias en lo laboral es un mundo oscuro, tentador para ser escrito. Creo que es un eje central en nuestras vidas, al que literalmente dedicamos demasiadas horas.
Bernardita Bravo
CR: Por contraposición a ese punto de origen de tus relatos, vinculados al inicio de una vida, en el cuento “Caída”, la protagonista es una persona mayor ¿Cuál fue tu inspiración para la creación de este cuento? ¿Crees que en Chile aún hay una deuda con la vejez?
BB: Creo que siempre hay temas recurrentes en cada creador o creadora. La vejez siempre ha llamado mi atención, y la abordo de distintos modos. Me interesa porque asociamos envejecer con la degradación, con la dificultad de los cuidados, con la comunicación y la entrega. Se ganan años y el cuerpo se va perdiendo (y en muchos casos, la mente), pero también se ganan años y se acumula toda una historia que configura lo que somos. ¿Cómo hemos llegado a ser eso? La enfermedad y la muerte se pegan a la vejez y es una tríada explosiva, pero también la infancia está fija en ella, la conciencia de lo vivido y lo que nunca se vivió, en fin, es una etapa muy rica empírica y literariamente.
Con respecto a la deuda con la vejez, creo que acá es más común denigrar y desechar a los viejos que acogerlos, tanto en su salud o en lo que tengan que decir. Se vuelven un estorbo, porque los tiempos lentos de los viejos tensionan los tiempos activos, ágiles. En todo caso pasa algo similar con la infancia. En sociedades adultocéntricas, la sabiduría de los márgenes es menos valorada.
Estefanía Correa: Son interesantes esos márgenes… en otras entrevistas mencionabas que, además, tus personajes en general están marcados por una cierta dicotomía…
BB: Me gusta poner al descubierto nuestras contradicciones, contrastes, lo que ocultamos o lo que inconscientemente somos a pesar de nuestro raciocinio. Esa complejidad donde podemos hacer daño a quien queremos, por mencionar un ejemplo, esos entramados finos que tejen las distintas relaciones. La literatura muchas veces nos muestra la condición humana en toda su maravilla y miseria pasando por el abanico que existe entremedio. Para mí, un libro debe inquietar, hacer sentir y pensar un poco más allá, mostrarnos lo de siempre de manera nueva, o algo nuevo como muy próximo a nosotros.
EC: Otro tema que nos llamó la atención de tus cuentos, es el de los trabajos. Varios de tus personajes tienen trabajos muy inscritos a una esfera social. En el cuento “No pesan” el padre que se fue de la casa había trabajado en un taller mecánico; “Estampida” se sitúa en gran parte en una peluquería; en “Caída”, está la limpieza de ventanas de edificios; en “Baño público”, las auxiliares de aseo. ¿Cómo piensas el trabajo?
BB: El trabajo es un tema que también abordo en mi novela y lo seguiré haciendo en mi próximo libro de cuentos. No tengo una explicación tan acabada, pero ciertamente pongo ojo en ese aspecto. ¿Somos lo que hacemos? Casi siempre nos definimos así. Yo hago, en vez de yo soy. Estamos atravesados por una especie de “mandato laboral” que a veces puede devorarnos. Y en la práctica, muchos trabajos nos precarizan y esclavizan más de lo evidente. Están aquellos trabajos mal remunerados, donde somos vulnerados, etc. pero también aquellos donde el éxito y el poder parecen comerse todo lo demás. Las relaciones de poder, jerarquías y competencias en lo laboral es un mundo oscuro, tentador para ser escrito. Creo que es un eje central en nuestras vidas, al que literalmente dedicamos demasiadas horas.
CA: Claro, además el trabajo en general significa dedicarse a algo y no a otra cosa, por ejemplo: deseo ser actriz, lo soy, pero al mismo tiempo ser aquello es no ser otra cosa que también me puede mover, como pintar.
BB: Claro, sacrificamos varios aspectos vitales en pos de un trabajo que puede que ni siquiera nos guste, nos permita vivir bien, nos entregue algún tipo de satisfacción. Pese a que esta pueda parecer una mirada negativa, es algo que no deja de colarse en la relación que tenemos con lo laboral, ya que existe una transacción de por medio, un tipo de relación utilitaria y práctica. Encontrar la nobleza, el placer en ello es posible, pero pienso que es una habilidad o suerte de pocos.
CR: También tratas el tema de la comunicación y los cuidados. Pasando a otros cuentos, en “No pesan” no hay un diálogo profundo entre la protagonista y sus padres, pero sí entre ella y su tía, quien le da el espacio para ello.
BB: Esto era quizás una pieza necesaria: introducir a un personaje que no respondiera a un cuidado tradicional o idóneo y que le pone atención a la niña a su manera, quizás de un modo más libre y desenfadado: cuida mientras es descuidada, algo así. Ayuda a sostener a la niña, pero de un modo no tan premeditado. Son esos personajes que aparecen para abordar una función de manera distinta, que en este caso es la maternal. Las figuras de cuidado no siempre responden a estándares o a lo esperado.
EC: Claro, y aquí entra el tema de las madres. En “Estampida” no se necesitan las madres en el pueblo. Tras la huida de ellas todo sale… muy bien. Se van y esto no genera ningún problema.
BB: Es jugar con la idea contraria y real que nos atraviesa en nuestra configuración sociocultural: necesitamos tanto a la madre, es una presencia tan primordial como estructural (para bien o para mal), que quise hacer el juego de subvertir su importancia, es decir, qué pasa si de pronto se “devalúa” esta figura, si simplemente desaparece. Es una especie de fantasía de algo imposible. La relación con la madre va a ser como una caja llena de tesoros: misterios, certezas, conflictos, bondades, dependencia, primigenio amor. “Estampida” es vaciar esa caja vacía y que de lo mismo que no haya nada en ella (¡un imposible!). También fue desafiar los lugares comunes que la literatura ha venido abordando hace tiempo con la figura materna: la madre buena, angelical, anulada muchas veces en su ser-mujer, de la que siempre se espera ilimitada paciencia (comenta entre risas). Es un cuento que apela un poco a esa libertad a la que hace alusión Simone de Beauvoir: primero somos seres humanos. Atravesada por el amor, la culpa, la preocupación y el goce, hay en la madre una tensión sensata entre un anisa de libertad y una necesidad por estar con sus hijos.
CA: Además, de esta líneas temáticas, tu narrativa hace un uso muy delicado de las imágenes, por ejemplo, en la siguiente cita: “De repente un recuerdo vago, ella en la tina y él o quizás otra persona, pero seguramente él, porque seguro la bañaba, a regañadientes, es probable, aunque el oficio fuera limpiar, cantándole una canción sobre una ballena, una ballenita loca que nadaba y disparaba agua, la muerte majestuosa y abarcadora de una ballena entre sus retozos y la espuma, la espuma y las buenas noches” (36). Hay cierto ritmo, las palabras permiten sentir una melodía y desde ahí también, aparece la imagen, la escena. Pienso que esa habilidad habla mucho de tu relación con las artes.
BB: Creo que la palabra está muy unida a la imagen y a la música, al ritmo en el lenguaje. Tener una prosa particular es crucial en literatura. Darle ritmo a la palabra, elegir una por sobre otra porque se encadena mejor con la que está a su lado. Ese trabajo a mí me resulta fascinante. La musicalidad de lo que se está contando gracias a la cadencia, la puntuación, la fonética. En la narrativa se cuela la poesía, que pasa a ser una poética del autor.
CR: Bernardita, una última pregunta. En el cuento “Caída” hay una parte, o varias partes, en realidad, en la que al parecer se habla del cuerpo de las personas mayores como un objeto. ¿Esa asociación está ahí en los cuentos para visibilizar algo o se fue dando en el proceso?
BB: Creo que lo que escribo es en general crudo. Busco no hacer tantas concesiones a la hora de escribir, mostrar sin piedad o compasión, pero a la vez encontrando la sutileza. Esto hace que se muestren realidades que escondemos, que preferimos no ver, no oír, no hablar de ellas. Nos causan repugnancia o desesperación, ojalá nadie nos hable de eso. Enfrentarse a la decadencia del cuerpo, por ejemplo, no es algo que todos estamos dispuestos a resistir. A mí me gusta meterme ahí, a riesgo de tener pocos lectores (risas). Lo que me apasiona a mí es escribir, los procesos de lectura y todo lo que pasa con eso es posterior y satisfactorio muchas veces, como esta instancia, pero el móvil que te lleva a escribir, debe, en mi opinión, no estar tan sujeto al resto como sí a una necesidad, impulso, pasión interna.
CA: Es una temática sin duda muy profunda. Bueno, Bernardita, con esta última pregunta damos cierre a la entrevista. Fue un placer contar contigo en esta oportunidad y saber más de ti y de tu obra.