El 1 de diciembre recién pasado fue el lanzamiento del libro Remontar el vuelo. Aves en la poesía británica y latinoamericana de los siglos XIX y XX (RIL Editores), editado por Paula Baldwin. María José Barros, académica de la UAI e investigadora de los cruces entre activismo y naturaleza, conversó con la académica de la Universidad de los Andes sobre esta publicación, cuyo origen se remonta a un congreso realizado el 2017 en la misma casa de estudios y en el que se reúnen diecisiete estudios críticos de distintos investigadores chilenos.
Para comenzar me gustaría preguntarte sobre tu relación personal y afectiva con las aves. ¿Cómo surge tu interés por estos animales? ¿Cómo se produce tu encuentro con los pájaros que habitan la literatura? ¿Por qué elegiste el chucao para la portada del libro?
Desde muy pequeña escuché a mi papá hablar con los pájaros. Solíamos tener canarios y cuando les limpiaba su jaula entablaba largos diálogos con ellos en otros idiomas. Cada uno tenía nombre propio, como Moisés, que fue literalmente “salvado de las aguas”. En mi casa había libros de pájaros y de animales, y los documentales de flora y fauna de cualquier parte del mundo eran parte de la entretención familiar. Con el paso del tiempo, me convertí en amante de la naturaleza, no solo de los pájaros, sino de otros animales, del mar, de los bosques, de las montañas, de las flores, etc. Gozo infinitamente observando a las aves volar y el canto de algunas me fascina.
Cuando me tocó organizar las Primeras Jornadas de Literatura Británica Comparada del Instituto de Literatura de la Universidad de los Andes (Chile) donde trabajo actualmente, surgió la idea de las aves en la poesía como tema de estudio después de una reunión con otros profesores. Con Shakespeare había leído acerca de temas relacionados con la flora y la fauna que son parte importante del contexto cultural del dramaturgo inglés. Al indagar en la poesía, recordé centenares de aves que vuelan o anidan en las obras de poetas chilenos como Neruda, Huidobro, Mistral, Violeta Parra, o Juan Luis Martínez con su “lenguaje pajarístico”, por mencionar a algunos. En una de las asignaturas que dicto todos los semestres, Literatura Romántica Universal, estudié y “aluciné” con el cuervo de Poe, el albatros de Coleridge y, sobre todo, con los variados ruiseñores británicos, ya sea del mismo Coleridge, pero también de Smith, Wordsworth, y Keats. Con ellos esbocé las primeras comparaciones (por ahí anda un artículo sin terminar).
Con respecto a la portada, elegí un chucao por distintas razones. Primero, porque encontré una foto muy bonita del ave y pensé que quedaría muy bien si la pintaba con técnica de pasteles por la tonalidad del fondo y de las plumas. Desde chica tengo la afición de pintar (cuando me logro hacer el tiempo) y mi profesor fue siempre mi hermano Andrés, pintor realista chileno fallecido el 28 de agosto pasado. Además, uno de los autores estudiados en este libro es el poeta mapuche Leonel Lienlaf, quien menciona el canto del chucao en su poema “Palabras dichas”. Investigando un poco más acerca del ave, me cautivó la idea de que habitara los bosques del sur de Chile y que, según la creencia mapuche, dependiendo de si esta pequeña ave dirige su peculiar canto hacia la derecha o a la izquierda, puede predecir si los caminantes tendrán un buen o mal viaje. En cierto sentido, quería destacar un ave chilena, al mismo tiempo que augurar un buen viaje a todos los que leyeran estas páginas. Lo que no sabía era que mi propio hermano iba a emprender su vuelo definitivo.
Desde un comienzo me llamó la atención el título del libro y en particular el uso del verbo “remontar”. ¿Por qué optaste por esta palabra? ¿Cuáles son los significados y las asociaciones que resuenan tras esta acción?
Elegí ese verbo como parte del título por muchas razones que tienen que ver con años en los que perdí a varias personas muy queridas y no fue fácil mantener el ritmo de trabajo e investigación a los que estaba acostumbrada. Busqué la palabra en el diccionario y pensé: “¡Esto es lo que quiero expresar!: «superar algún obstáculo o dificultad», «subir una pendiente, sobrepasarla», o «navegar aguas arriba en una corriente»!”, tal como anoto en el capítulo introductorio. En este también me refiero al largo proceso de edición que supuso esta publicación al que se sumó la pandemia que nos mantuvo confinados durante casi todo un año. En todo caso, lo que quisiera que quedara al final es la idea de que siempre es posible remontar el vuelo; podemos volver a elevarnos y eso es lo que importa.
Uno de los principales atractivos del libro es que permite adentrarse en la imaginación literaria sobre las aves a partir de escritores situados en contextos culturales e históricos muy diversos. Además, en la mayoría de los trabajos se desarrollan lecturas comparadas, que nos invitan a establecer cruces entre autores y tradiciones poéticas que, por lo general, no se suelen estudiar de manera conjunta. Las literaturas de Gabriela Mistral y Christina Rossetti, T. S. Eliot y Leonel Lienlaf, John Keats y Rubén Darío, por mencionar solo algunos ejemplos, se encuentran y se nutren mutuamente en los análisis propuestos por algunos colegas. ¿Por qué te pareció importante poner énfasis en los estudios comparados como puerta de entrada crítico-teórica al tema de las aves? ¿Con qué hallazgos, preguntas, ideas o reflexiones te quedas luego de concluir esta publicación?
A la decisión de organizar unas jornadas periódicas de investigación, se sumó la idea de que siempre fueran de literatura comparada –de cualquier género–, y que se estableciera como punto de partida la tradición británica. Hace bastante tiempo había indagado personalmente en temas de estudios comparados en las asignaturas que dicto regularmente en pregrado: Monográfico de Shakespeare, Teatro Universal de los Siglos XIX y XX, y Literatura Romántica Universal, pues me interesan específicamente los cruces simbólicos, las metáforas que pueden ser comprendidas en contextos culturales diversos, los tópicos literarios que comparten tanto autores que pertenecen a un mismo movimiento, como otros cuyas obras y procedencias son distantes en el tiempo o el espacio. Me gusta ver la literatura como un constante reciclaje y reescritura de ideas que se “revisten” de modo diferente según la época y el estilo predominante. Estoy convencida de que hay textos que se nutren y enriquecen al ser comparados, pues no quedan como una manifestación aislada –valiosa, por cierto–, de una temática que atañe a la vida de las personas, sino que se unen al análisis y a las perspectivas que otros autores han elaborado a lo largo del tiempo. Por los alcances antropológicos del vuelo y del canto de las aves, simbólicamente asociadas al alma, al lenguaje poético y a las figuras del poeta y del sabio, entre otros, me pareció que el tema se prestaba muy bien para buscar significados comunes en el marco del género lírico.
Los hallazgos de cada uno de los capítulos del libro son muchos, desde coincidencias en el modo de configurar poéticamente aves rapaces, o las tencas y tordos chilenos, así como el albatros o el ruiseñor, hasta reescrituras y transformaciones del cisne, por mencionar algunos. Sorprende el conocimiento que tienen los poetas de algunos rasgos del canto y del vuelo de aves como el halcón, el águila y el azor, que se ajustan perfectamente a lo que quieren expresar en sus poemas respecto del amor o la traición amorosa, del vínculo con un amo, o de la trascendencia del alma. También llama la atención que, tanto en la cultura occidental como en la oriental, las aves hayan cautivado por siglos no solo a científicos, sino a artistas y escritores. Algo hay en ellas –quizá la capacidad de elevarse en vuelo y de comunicarse con sus elaborados cantos– que las hace atractivas como tema literario. Es mucho lo que se aprende de ellas al observarlas.
En las últimas décadas, distintas corrientes teóricas, críticas y filosóficas como el posthumanismo, los Animal Studies, la ecocrítica y el ecofeminismo, entre otras, han puesto en tela de juicio la idea antropocéntrica –y por cierto también patriarcal– acerca de la supremacía del “hombre” frente al resto de las especies y seres vivientes. ¿Cómo dialoga este libro con lo que Agamben denomina la “máquina antropológica”? ¿En qué sentido esta publicación nos invita a repensar, desde la literatura, la condición humana y nuestra forma de pensar y vincularnos con animales como los pájaros?
La noción de “maquinaria antropológica” que plantea Agamben en Lo abierto es compleja y difícil de explicar en pocas líneas. Básicamente, se refiere a la definición de lo humano mediante la oposición, es decir, humano/inhumano, hombre/animal. En este sentido, la “máquina” funciona por medio de exclusiones e inclusiones. Desde esta perspectiva se producirían fenómenos como la animalización de lo humano o la humanización de un animal. Si bien en este volumen se cuestionan algunas propiedades del lenguaje humano en contraste con el canto de las aves, la discusión y análisis se centra en la utilización de símbolos asociados a diferentes aves en la poesía de tradición británica y latinoamericana en la que vemos, por una parte, aves antropomorfizadas, pero sobre todo la utilización de metáforas aviares que sirven como contrapunto de lo humano. De hecho, W. H. Auden, uno de los poetas analizados, ironiza sobre la supuesta superioridad del lenguaje humano que, sin embargo, muchas veces no nos permite comunicar toda la riqueza de una emoción o experiencia.
Por último, quisiera preguntarte cómo dialoga esta publicación con tu propia trayectoria académica y áreas de investigación, sobre todo considerando que eres especialista en Shakespeare. ¿Cómo se relaciona el libro con estos intereses e inquietudes que vienes trabajando hace ya un tiempo?
Efectivamente, mi doctorado en Shakespeare Studies y la mayoría de mis proyectos de investigación y publicaciones se enmarcan en esa área, a la que se suma de manera bastante natural todo aquello que se relaciona con el teatro universal y el chileno. La verdad es que desde Shakespeare se pueden recorrer muchos caminos. Uno de los espacios naturales que investigué en mi tesis doctoral fue el jardín y este año estudié las especies botánicas del bosque en Sueño de una noche de verano para un congreso internacional y, gracias al trabajo de una alumna, me percaté de la presencia de algunas aves en una obra que indican que es de noche, aunque las representaciones de la época fueran a plena luz del día. Todo lo que tenga que ver con la naturaleza me inspira y el gran “paraguas” que cubre muchos de mis intereses es la literatura británica y norteamericana de cualquier género, con Shakespeare siempre a la cabeza.