Ad portas del plebiscito este domingo, Pía Gutiérrez, investigadora sobre los vínculos entre artes vivas, literatura y archivos en América Latina, escribe hoy sobre proceso constituyente, archivo y artes. Para ella: “aprobar y hacernos parte de un proceso en vínculo con una nueva convención constituyente es abrirse a potenciar en el convivio ciudadano un ejercicio de archivo común” en el que artes y humanidades no solo participan sino que son centrales.
En medio del proceso constituyente que se inicia oficialmente en la votación de este 25, pero que partió hace ya bastante, los conocimientos desarrollados por personas en torno a los archivos culturales, los archivos gestados con una lógica postcustodial, es decir, no solo como depositarios de un saber sino como articuladores de un proceso de identidad, y la labor de artistas de diversas disciplinas con materiales de archivo o cuestionando las políticas de estos, pueden servirnos de inspiración para imaginar y crear el proceso que se avecina.
“Lo propio del archivo es su hueco, su ser horadado”, dice Georges Didi-Huberman en El archivo arde (2004). Recién acabada la conmemoración del primer aniversario del 18 de octubre, estamos ad portas de un plebiscito en Chile, una elección que dirime el apruebo o rechazo de una nueva Constitución y el mecanismo para que esta se geste. La institucionalidad, tal como la conocemos, articula su aparato político burocrático para sintetizar la movilización social bajo una demanda, la constituyente. Pero ni archivo ni proceso institucional son homogéneos, menos lineales, ambos son construcciones complejas en las que se ha intentado por años borrar las contradicciones de sus respectivas áreas, pero que emergen dando prueba de su condición de artificio. El archivo, según Max Weber, es parte central de esta burocracia moderna pues ante todo es prueba de procesos y sistemas de funcionamiento del mundo en que existimos. Documentar parece ser necesario para probar que algo ocurre, lo que olvidamos es que ese documento es muchas veces monumentalizado y desprovisto de su contexto de producción, dando por hecho en el saber extendido que su estatuto es inmodificable, lo que nos hace olvidar el carácter arbitrario de medios, formatos y decisiones que constituyen un archivo.
En conjunto con otras investigadoras que trabajan sobre archivos de artes escénicas en Chile, hace tiempo que hemos venido pensando estos temas. Escribimos hace poco las siguientes palabras: el archivo necesita ser revisitado, vinculado y activado para ser reinterpretado en otros tiempos, es su movimiento y usabilidad, todo esto hace que un grupo organizado de documentos tenga vigor, signifique y active nuevos usos y lecturas en coherencia a las personas que a él se vinculan.
Un archivo que no se activa es letra muerta y por lo tanto la tumba para el olvido. Aquí vienen diversas preguntas para estos días: ¿qué queremos archivar para crear un futuro y un presente más dignos?, ¿cómo articulamos, por medio de la técnica, nuevas interacciones que doten de sentido y amplíen el cuestionamiento sobre lo archivable?, ¿cómo aseguramos la perdurabilidad de estos archivos para que efectivamente puedan ser leídos y reinterpretados en lo que viene?
Varios proyectos se han organizado en torno al archivo desde el estallido social, algunos directamente relacionados con el proceso constituyente. Otras acciones han sido clave en la activación ciudadana de documentos y puesta en cuerpo de repertorios o prácticas documentales. Por ejemplo, el NO+ de los trabajos del CADA, usado públicamente en las protestas de los años ochenta que pedían el cese del régimen dictatorial de Augusto Pinochet, se volvió a reproducir en muros y panfletos en la calle en concreta alusión a los abusos de las policías, las Fuerzas Armadas y el Gobierno que expone la protesta. Cuerpos que reinterpretan danzas tradicionales, activando lo patrimonializado y vinculado a la construcción de los estados nacionales, como indica Javiera Benavente en su investigación sobre Los Caporales, que en este contexto cobran vida y se reinterpretan para posicionar demandas feministas en las calles. Asimismo, creaciones colectivas como la convocada por la Bienal de Arte & Textil y el Museo de la Memoria que, basándose en el poema “Las Palabras… ¡No!” de Julieta Kirkwood, han llamado a la construcción común de lienzos bordados con las palabras a propósito de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Palabras, cuerpos y materialidades que activan aquello conservado y en ese uso dan sentido al archivo y generan nuevos restos, es decir documentos, que a su vez son prueba y nuevo aliento para ser releídos. En esta práctica se valida la necesidad de identificarnos en lo común, un común que no es lo propio, sino ese entre que se construye precisamente en la alianza de la desprotección.
Paralelamente, los saberes de archivos han sido puestos a disposición en este proceso. La Asamblea de Archiveras ha propiciado el almacenamiento de actas de los cabildos autoconvocados y de fichas médicas de los heridos en las protestas; fondos documentales como el de “Cuerpo y Protesta” del Proyecto Arde se han abierto para el registro documental bajo lógicas colaborativas; el cauteloso trabajo de verificación de fuentes y de archivos para apoyar procesos judiciales por parte de organizaciones sociales; o el proyecto Cartas al futuro de la artista escénica Paula Aros, son esfuerzos por archivar. En base a esto podremos mediar relatos, contraponer visiones y darnos como sociedad la libertad de cambiar con la vista puesta en un archivo que señala, como el Atlas de Warburg, rutas no lineales para la interpretación.
La legitimidad se activa y muchos se preguntan si los cuerpos agitados y la violencia que ha marcado la represión de las manifestaciones se calmará una vez resueltas las votaciones. No tengo certeza sobre este asunto, pero quiero tener esperanza. Creo que aprobar y hacernos parte de un proceso en vínculo con una nueva convención constituyente es abrirse a potenciar en el convivio ciudadano un ejercicio de archivo común. Sí tengo certeza de que tanto las artes como las humanidades podemos poner nuestros saberes no solo a disposición, sino que en el núcleo de este proceso constituyente, pues las metodologías del arte son un recurso al que deberíamos tener acceso para ser capaces de crear. Palabra, cuerpo y documento son ejes de la constitución de subjetividades en el mundo moderno y me hacen pensar que tenemos algo que compartir desde la práctica e investigación en el campo de las artes y las humanidades.
Pía Gutiérrez es profesora e investigadora sobre los vínculos entre artes vivas, literatura y archivos en América Latina. Es parte del Colectivo ARDE (proyectoarde.org) y trabaja como académica en la Facultad de Letras y la Escuela de Teatro UC, además de ser Jefa del Doctorado en Artes, de la misma universidad.