Don Alfredo Matus Olivier, Director de la Academia Chilena de la Lengua;
Doña Adriana Valdés Budge, Vicedirectora;
Don José Luis Samaniego Aldazábal, Secretario;
Don Juan Antonio Massone del Campo, Censor;
Don Maximino Fernández Fraile, Tesorero; Doña Gabriela Mistral, Académico de número permanente;?Su Santidad Juan Pablo II, Miembro de honor;
Académicos de número por orden de antigüedad;
Académicos correspondientes en Chile;
Académicos correspondientes en el extranjero;
Representantes del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes;
Representantes de la Sociedad de Escritores de Chile;
Representantes de la Cámara Chilena del Libro;
Representantes de las Instituciones Eclesiásticas;
Representantes de la Gran Logia de Chile;
Representantes de las Fuerzas Armadas y de Carabineros;
Representantes de las Fuerzas Vivas de la Nación;
Damas y caballeros,
presentes y ausentes.
Hola. Estoy muy contento de que estemos todos aquí. Quiero contarles por qué creo que éste es el mejor libro de poesía que ha escrito Martín Gubbins. Digo «libro» aunque se trate de un cuaderno. Digo «poesía» aunque en su interior no haya ninguna palabra. Digo «escrito» aunque esté compuesto apenas por las líneas sobre las que habría que trazar una escritura.
¿Por qué digo libro? Digo «libro» a partir de la definición de Ulises Carrión en «El arte nuevo de hacer libros» (publicado en 1975 en la revista Plural, dirigida por Octavio Paz): «Un libro es una secuencia de espacios. Cada uno de esos espacios es percibido en un momento diferente: un libro es también una secuencia de momentos». Para Carrión, en este arte nuevo el escritor ya no escribe textos, sino que «hace libros», con signos que pueden o no ser lingüísticos. Digo también «libro de artista» en el sentido que lo considera la estudiosa Johanna Drucker: un libro autoconsciente de su propia estructura, que desafía los modos en que se presentan convencionalmente la información o las ideas. Pero también digo «cuaderno de composición» como su propio título, un cuaderno que en su primera página invita a dibujar una caligrafía para aprender a escribir, un cuaderno que debería ser incluido en las listas de útiles escolares, un cuaderno que habría que comprar no en las librerías sino en las papelerías.
¿Por qué digo poesía? Digo poesía y pienso en la larguísima tradición de poesía visual, en la que se enfatiza la materialidad gráfica de las palabras y los signos que las rodean. Digo poesía y pienso también en una serie de autores contemporáneos que han decidido borrar las palabras de textos ajenos y dejar apenas su puntuación, como Elizabeth S. Clark con Nouvelles Impressions d’Afrique de Raymond Roussel, o Riccardo Boglione con el Decameron de Boccacio, quien titula su nueva obra Ritmo D feeling the blanks (no «filling» de llenar, sino «feeling» de «sentir» los espacios en blanco). O Michael Maranda, quien en All the Names of In Search of Lost Time reemplaza con guiones todas las palabras de la obra de Proust, exceptuando los nombres propios. No es el único caso: el famoso «Lautgedicht» de Man Ray está conformado por gruesas líneas que simulan la silueta difuminada de las palabras, Jiri Valoch publicó un soneto consistente en catorce líneas que ocupan el espacio de los versos, e Yves Klein incluyó, en su catálogo Yves Peintures, un prefacio de Pascal Claude cuyos párrafos están constituidos, igualmente, sólo de líneas. A diferencia de estos precedentes, sin embargo, en este Cuaderno de composición las líneas no pretenden reemplazar las palabras, sino ofrecer un soporte para que allí se produzcan. Y son esas mismas líneas las que, al dar vuelta la primera página, se comienzan a mover y abren espacios cada vez más amplios. Pienso en esos espacios y vuelvo a Ulises Carrión: «El espacio es la música de la poesía no cantada». Digo poesía porque quizás aquí está ausente pero en cualquier momento se podría hacer presente.
¿Por qué digo escrito? Digo «escrito» porque Martín Gubbins, al igual que muchos otros poetas experimentales, concibe la escritura de una manera muy amplia: con un mouse, con un teclado de computador, con una máquina de escribir, con un lápiz, con un plumón, con una brocha, con timbres de goma, con una tijera, con una goma de borrar, incluso con su voz a través del micrófono y los cables, y tanto con signos inteligibles como ininteligibles. Ahora inventa una particular forma de caligrafía: no la del movimiento de la mano sobre las líneas, sino el movimiento de las mismas líneas que, cuando pasamos las páginas siguientes, se ponen a bailar pero se retiran justo antes de que se pueda escribir en ellas. Esa cualidad cinética, según me cuenta Martín, lo obsesiona: «encuentro que hacer que una línea o una mancha se muevan es increíble». Pude comprobarlo hace un par de años cuando descubrimos juntos en una librería Poemotion de Takahiro Kurashima, y nos pusimos a jugar como niños con sus efectos ópticos. Este cuaderno escolar, de hecho, también remite al parentesco de la poesía visual con los libros infantiles. Pienso en Guillermo Deisler [http://www.guillermodeisler.cl] (cuyo archivo se despliega en un excelente libro recién editado hace unos días), en los pop-ups de su libro GRRR, y en su objeto poético Exclusivo. Hecho para Usted, compuesto por una hoja cuadrada con líneas verticales rojas y blancas, y otro cuadrado más pequeño en el centro, con las mismas líneas pero dispuesto diagonalmente, y que se puede girar. Martín ya había probado una poesía cinética en Alfabeto, en la que repetía cada letra hasta formar tramas regulares y abstractas. En ese caso, la vibración se producía por la adición y contigüidad de los elementos. Ahora, en cambio, el movimiento se produce mediante la sustracción.
¿Por qué éste es el mejor libro de poesía que ha escrito Martín Gubbins? Porque luego de probar tantas formas de escritura, ahora ha probado una forma de no escritura. Cito a Carrión una vez más: «Un escritor del arte nuevo escribe muy poco o de plano no escribe». En este libro, lo único que está escrito es su título, el nombre de su autor, un colofón incompleto y la información editorial. En una versión previa, de 2011, se incluía un epígrafe de David Bustos: «… el pulso que huye/ de la línea y se concentra en la cascada». En la siguiente, de 2013, se sumaba otro de José Ignacio Padilla: «Conviene hacer, de vez en cuando, un elogio de la ilegibilidad, abrazar lo ilegible como motor de la experiencia». Los leo ahora para recordar su pertinencia, pero además para celebrar que hayan sido borrados como las últimas marcas de la poesía que se pretende dejar atrás. Este libro, como un flip-book, como una secuencia de espacios y momentos, avanza progresivamente hacia su propia desaparición, hacia una página en blanco que, al igual que la que cierra El poeta anónimo de Juan Luis Martínez, pareciera significar una liberación. Carrión, como un pariente espiritual de Martínez, también sentenció: «Todo libro del arte nuevo es una búsqueda de esa absoluta blancura, del mismo modo que todo hablar es una búsqueda del silencio».
Así es, académicas y académicos, damas y caballeros, presentes y ausentes, el mejor libro de poesía que ha escrito Martín Gubbins.
Nota:
Este texto fue leído en la presentación de Cuaderno de composición de Martín Gubbins en la Academia Chilena de la Lengua el 9 de mayo de 2014. Forma parte de la investigación del proyecto Fondecyt Regular #1131136 «Samples y loops en la poesía contemporánea».
Adriana Valdés
18 mayo, 2014 @ 13:31
El texto de Felipe Cussen y el trabajo de poesía sonora de Martín Gubbins, muy bien acogidos en la primera sesión del año de «Poesía chilena viva», proyecto de la Academia Chilena de la Lengua iniciado en 2010. Presentación perspicaz del Director de la Academia, Alfredo Matus. Lleno total. Próxima actividad, 2 de junio, presentación de la Poesía reunida de Cecilia Casanova, Ediciones de la Universidad de Valparaíso. La autora estará acompañada por los poetas Manuel Silva Acevedo y Floridor Pérez, y por Cristián Warnken, director de la Editorial.
Fernando
18 mayo, 2014 @ 14:11
Muchas gracias, Adriana por el dato, difundiremos la noticia del lanzamiento del libro de Cecilia Casanova…
Albertina
18 mayo, 2014 @ 20:34
Simplemente extraordinaria la presentación. Cussen nos sorprende una vez más con esa rara mezcla de ironía y erudición. Qué afortunado Martín de tener un presentador como Felipe, que inscribe su libro en la corriente del silencio y de la imagen (o no-imagen) a la que pertenece. Entretenido, bien escrito, liviano y profundo a la vez, qué más se puede pedir. Chapeau, monsieur!