La idea de prisma –este objeto que refracta, refleja y descompone la luz en los siete colores del arcoíris- resulta ser una apropiada analogía para de algún modo comprender o quizás lidiar, con esta enorme diversidad que nos impide definir qué es el cine latinoamericano, y la incertidumbre que esto conlleva para observar su futuro. Es una pregunta eterna que hoy, momento en que volvemos a pensarnos como continente y además las producciones de nuestros países se posicionan con mayor fuerza que nunca en el plano internacional, vuelve a llamar la atención de los estudiosos del cine, y por consiguiente, vuelve a estar en el centro de las publicaciones especializadas.
Este es el caso de “Prismas del cine latinoamericano”, un compendio de ensayos donde varios autores de distintas nacionalidades, piensan el cine y los autores latinoamericanos desde dentro. Bien lo señala el editor al principio, al recordarnos que la noción de cine latinoamericano existente no es más que una construcción “pensada por Estados Unidos, y especialmente por Europa”[1]. Históricamente y desde la teoría, el cine local ha sido condenado a pensarse paradójicamente desde la otredad, desde fuera, incluso cuando surge desde el acá y pretende configurarse como nuestro. Por eso, y por otras razones radicadas en la complejidad de nuestro continente, dicha condena ha producido una lejanía entre este cine y su audiencia, el sueño iluso de una industria, y el problema sobre su deber ser: aquella tensión entre la expectativa del imaginario latinoamericano, y la voz auténtica de sus cineastas.
“Prismas” aborda este y otros conflictos sobre los cuales es necesario reflexionar hoy en día. Separado en cuatro apartados, cada uno tocando alguna dimensión usualmente relevante sobre el cine latino, el libro reúne análisis, reflexiones y resultados de investigaciones desde la actualidad. Uno de estos temas es el asunto del cine como documento histórico y patrimonio cultural a nivel de nación, tocado en el primer apartado sobre el período silente. En tres ensayos de autores extranjeros –dos sobre las primeras piezas documentales mexicanas, y uno sobre la relación entre cine y crónica brasilera-, el libro nos acerca al documental como pieza histórica, a partir del fenómeno de la identificación cultural implícito en él, y por consiguiente, también a la relación entre las cinematografías tempranas y sus jóvenes audiencias. Es también un acercamiento a investigaciones actuales sobre la llegada del cine al territorio.
En el segundo apartado sobre el nuevo cine de los sesenta y setenta, cuatro ensayos nos invitan a pensar cuatro autores latinoamericanos del período y su obra. Primero, Ismael Xavier rescata el legado del cine político de Glauber Rocha, quizás el más importante de todos los cineastas brasileros. Pablo Corro continúa con el también cineasta brasilero León Hirszmann, mostrando cómo su documental se constituye como una respuesta al problema de la herencia esclavista instalada en la sociedad carioca. A continuación, la contribución de Gonzalo Aguilar está dedicada al recientemente fallecido director argentino Leonardo Favio, y al giro político que marcó su filmografía a principios de los setenta. Para finalizar, Ximena Vergara profundiza en la obra tanto fílmica como teórica del documentalista Jorge Sanjinés y las relaciones entre ambas, en torno al problema de la representación indígena y local en la historia del cine boliviano.
“Tránsitos” es el apartado en donde converge la mezcla más heterogénea de ensayos –incluso desde la visión del editor. Primero, Lina María Barrero examina la destrucción del estereotipo del hampa en el cine colombiano, en obras de Luis Ospina y Victor Gaviria. Producciones que se levantan a modo de rupturas dentro de la producción nacional, por constituir manifestaciones de inconformidad frente a un panorama cultural que no se había preocupado de representar el problema de la carencia en la sociedad colombiana.
El siguiente texto nos lleva a una de las temáticas más importantes del documental chileno. Aquí, Iván Pinto platea un análisis sobre dos documentales realizados por mujeres en el exilio: Fragmentos de un diario inacabado (1903) de Angelina Vásquez, y Journal Inachevé (1982) de Marilú Mallet. Ambas cintas, se comentan desde “lo incompleto”, noción en torno a la representación cinematográfica que titula el ensayo; además de sus similitudes en narrativa y estructura fílmica, el autor traza los puentes entre sus subjetividades, sus ausencias y por supuesto sus temas. Por último, en “Tránsitos”, Tiziana Panizza reflexiona en torno a los procedimientos de creación documental y la pregunta por el lenguaje, cuando éste remite a la literatura, y en particular a la poesía, a partir de la cinta chilena Nostalgias del Far West (2007). El ensayo habla desde el problema de la realización, desde el artista y la colaboración, y también desde aquel inevitable romance entre literatura y cine, entre Chile y sus escritores. Por consiguiente, es un texto que también le hablará al documentalista, y con novedosa cercanía.
Terminando el compendio, el último apartado del libro dedicado al cine contemporáneo, agrupa a tres autores que reflexionan sobre temáticas claves en producciones chilenas y argentinas. Primero –y siguiendo siempre la tendencia del libro hacia un análisis de la imagen–, un análisis sobre las muy recientes cintas chilenas Lucía (2011) y Metro Cuadrado (2011) de Carolina Urrutia, reflexiona en torno a la facultad de la imagen cinematográfica de denotar realidades a partir de la ficción, y desde nuevas formas de narrativas que llegan a contribuir a los realismos latinoamericanos. Continuando, Sabine Schlickers realiza un análisis sobre lo que denomina como una “narración” perturbadora” en el cine argentino actual (principalmente en La mujer sin cabeza (2008) de Lucrecia Martel, y El aura (2005) de Fabián Bielinsky). Fuera del ejercicio analítico, un gran valor en el texto de Schlickers radica en su desarrollo del concepto y en su posicionamiento del mismo en los estudios fílmicos, resultando al mismo tiempo en un estado del arte sobre este fenómeno narrativo al interior del cine.
En el último ensayo, escrito por Wolfgang Bongers –quien también ha tomado el rol de guiar este compendio–, lleva a cabo una reflexión desde “lo contemporáneo” en la imagen cinematográfica del cineasta argentino Mariano Llinás y su Historias Extraordinarias (2008). El texto de Bongers realiza una pertinente revisión del concepto central que, si bien rica y extensa, procura no salirse de lo cinematográfico. Un análisis centrado en las figuras de la cinta y sus retóricas, permite concluir su texto, y el libro, con una acotada pero fuerte reflexión sobre lo que puede ser aporte en el cine hoy, a partir de Llinás, pero ciertamente extensible a todo el cine latinoamericano.
En retrospectiva, se trata de un compendio útil para los estudiosos del cine, que presenta y reflexiona sobre trabajos y perspectivas actuales para mirar el cine latinoamericano. Aquí los prismas no sólo remiten a la condición de este objeto de estudio, sino también al conjunto de miradas de los autores; a esta rica diversidad de tratamientos que, sin duda, significa un aporte hacia las nuevas perspectivas con las que hay que aproximarse al cine latinoamericano desde la crítica y la academia, hoy.
Wolfgang Bongers (Editor). Prismas del cine latinoamericano. Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2012.
[1] Wolf, Sergio. “El cine iberoamericano”. En “Atlas de cine iberoamericano”, Cahiers du cinéma, septiembre 2008: 8-9.
rolandogilead
12 abril, 2013 @ 16:05
Buen artículo. Justamente me interesaba por el texto, ahora sin duda lo revisaré.