Estos días la mayoría de nosotros y nosotras hemos estado de alguna forma escribiendo. Rayones, consignas, carteles, afiches, murales, comentarios, notas de asambleas. Cuando escribimos nos escribimos, escribimos a otros, escribimos la historia: la palabra nunca es una voz solitaria. Los invitamos a leer sobre las relaciones entre escritura, materialidad y voz a través del texto que Francisca García preparó para la presentación de los libros «Dinosaurios» y «Todos vuelven», del poeta Pablo Fante. Estos fueron publicados antes de las manifestaciones de octubre: podemos leerlo a la luz de los cambios.
Estamos ante esta publicación doble, no solo compuesta por dos cuadernillos, cada uno con dos corchetes y con dos títulos distintos en cada una de las portadas, sino también ante un autor que también es un doble. Puede que Pablo Fante sea un reflejo de Juan Pablo Pizarro, y al revés también. El poeta y el traductor, el chileno y el francés, en su propia complicidad se desdoblan en otras identidades, juegan a dar voz en sus textos a otros inexistentes y desparecidos, pero también a borrar y fundir los registros de los nombres propios ya conocidos. El autor-protagonista en esta doble publicación transita por los territorios difusos de la memoria y atraviesa los territorios disciplinarios de la expresión artística. Los lugares de la memoria aquí se traducen en lugares de aparición y desaparición, de escritura y borradura, de olvido y de encuentro. El cancionero popular americano sirve como punto de partida y lugar de diálogo, en este caso con Charly García y Rubén Blades –y también con todos los demás que han interpretado estas canciones-. A partir de dos canciones Dinosaurios y Todos vuelven se genera este “remix poético”, que es la expresión que usa Pablo, con la intención de un volver a decir, de actualizar y definir un nuevo lugar, en este caso, la reflexión que me interesa en torno a la autoría y la materialidad, esta última como gatillante y motor de la memoria colectiva.
En el espacio fronterizo que produce la memoria, aquí “umbral” (…), las marcas son inestables, están registradas con diferentes técnicas del inscribir (en la matriz original de la edición: la mecanografía, la pincelada, el rayón). Estas nos recuerdan, a quienes estamos leyendo y manipulando estos libros, que la historia no tiene nunca punto final en su continua escritura de posibilidades, pero también nos advierten, que solo por medio del registro se escribe la Historia. Pablo Fante / Juan Pablo Pizarro dedican su juego a la dualidad: el peligro de muerte de la inscripción, que siempre agota y clausura, versus, la fragilidad de aquellas identidades que no alcanzan el registro.
Solo en la faja que envuelve a los dos libros está registrado un nombre. La identidad de Pablo Fante. Una vez que los librillos se desprenden de la faja, pueden viajar libres sin un nombre propio, dibujar trayectorias de lectura y movimiento, y coexistir en distintos lugares (ojo, la bilocación es parte del fenómenos de los dobles). Como los cancioneros populares muchas veces, en donde los textos han sobrevivido en la memoria a quienes los escribieron originalmente. El anonimato y la oralidad que es propia de las canciones y la poesía popular se convocan acá como dimensiones de sentido.
El formato apaisado de las páginas enmarca un campo abierto y nos traslada a la tradición de pintura al óleo. La palabra “apaisado” deriva del francés, (“pays”/peí/campo), no es extraño que estas nociones propias de la historia de la pintura, se nombren en castellano citando esa lengua de pintores. Por su parte, los poemas-pinturas de estos libros se registran sobre papel transparente, en el caso de los textos mecanografiados, y sobre cartulina negra, en donde se usa óleo y lápices pasteles. En los títulos ubicados en las portadas, cuyas letras irregulares se escriben con pintura, se asoma un recuerdo de infancia. El autor vuelve a diluirse cuando me explica: tengo dos hijos. Ellos intervienen con sus experimentos en mis trabajos. En el caso de estos dos poemas aquí presentados, uno en cada libro, se disponen además en dos columnas, que obligan al lector a descender por la página con su mirada, recorriendo los versos breves, muchas veces compuestos por una sola palabra, para luego volver a ascender, en la columna siguiente a la derecha, y volver a descender según este juego de columnas. La presencia de columnas evoca la visualidad de las enumeraciones, los inventarios, los listados. También, los memoriales, con los nombres de aquellos que ya no están.
En su trayectoria, el lector puede palpar la voz en primera persona que habla en estos remixes, a través de las texturas de los papeles, de las pinceladas deformes y de las grietas de pasteles. La materialidad se transforma en una cosa viva que transmite sus propios contenidos. Es distinto hojear papel de periódico que un libro impreso en cartulina. Tal vez el peso del papel en nuestros dedos al dar vuelta la página nos diga algo más respecto de aquello que capturamos con la mirada. Los poemas aquí están impresos en un papel transparente que crea la ilusión de capas. Tal como el óleo que permite la acumulación, en estos libros constatamos una escritura por montaje. Las pinceladas impresas en color sobre el fondo negro se cuelan entre las letras del papel transparente, aportan énfasis, saturaciones y silencios. Al dar vueltas las páginas transparentes, siguen ahí los textos, pero transformados en su reverso, abandonan la semántica y se vuelven pura visualidad de un código ilegible. Puede que se trate del reverso de los discursos de la Historia, que sería el momento en el que se expresa la imagen y la memoria. Un poco más allá, si seguimos hojeando, nos encontramos nuevamente con las hojas transparentes y las palabras. Los poemas acá son textos discontinuos.
“Quiero saber dónde estoy./ ?En algún lado tengo que estar./ Nadie desaparece así no más. /Mientras seamos cuerpo y materia en algún lado sí que estamos”. El poemario Dinosaurios es una apología de los que no están, los que no tienen la posibilidad de estar. “Me hago texto.?/ Un nombre.?/Un nombre en una lista,?/en un cartel.?/ Y sería tan breve decir la firme, / dónde estoy,?/ dónde estamos,?/ dónde están”.? Es distinto escribir “desaparezco” que borrarse de la página o difuminarse con el dedo o un pincel. Es distinto escribir “un nombre” que tocar la superficie texturada que dejó el paso del cuerpo que llevaba ese nombre.
El poema cierra difuminándose, sus letras se deforman, hasta proyectar la desaparición de la semántica, se funde en un puro sonido, una última columna de la arquitectura. “Aparezco/ Prez/ Prez/ Aparezzzzz/ Des / Desprez / Desprezco/ Desaparezco”. En este libro de la desapariciones, Fante materializa con pintura y papel las apariciones de los nombres borrados del registro nacional.
En Todos vuelven nada es estático, todo se mueve, se relaciona y se transforma, lo orgánico de las cosas, las formas del agua, de la sangre también. “Saco mi yo de aquí / y lo pongo allá” “Cruzo el umbral” “cruzo la frontera al paso” “Voy yendo / Voy en camino/ allá lejos”. Se patenta la búsqueda de un lugar; se produce un nuevo lugar, que es al que todos vuelven. Aves, epidemias, todo se mueve. “Mientras no acabe en una fosa”, dice la voz, que sería el máximo lugar de estancamiento, la fosa, la aniquilación de la memoria. En Todos vuelven el cuerpo trasciende las aduanas y los registros. Es pura experiencia.
Estos dos libros en su conjunto se desdoblan en una relación a partir de sentidos opuestos que se complementan, como las dos caras de una misma moneda. Mientras Dinosaurios nos habla del deseo del nombre y el registro, Todos vuelven se parece más a una crónica poética migratoria, pero de fantasmas, que nos habla de la inmaterialidad de la memoria, su viaje transgeneracional y de la energía vital más allá de cualquier evidencia física. La presencia a partir de puro movimiento y la producción de un lugar.
El fenómeno del doble es tema viejo. Permite decir, pero con camuflaje; permite estar pero sin presencia; permite afectar pero sin el cuerpo; como un juego de espejos sin fin, tal como la propuesta del cierre inacabado de Todos vuelven: “Los gusanos / Migran del cráneo al ano?/ Se esparcen reptan viajan/ Revuelven la tierra?/ Corren vuelan ruedan siguen/ Siguen? / Siguen