El sello editorial de la Universidad de Valparaíso ha iniciado su actividad con la publicación de títulos poéticos y de pensamiento. Dichoso emprendimiento editorial de una universidad pública que, en atención a su carácter, vuelve a poner en circulación textos fundamentales ¾como Sombra y Sujeto de Jaime Rayo¾ en ediciones elegantes (v.gr. bien elegidas) de tapa dura y con costuras a la vista.
Mala Siembra, el otro título perteneciente a la colección de poesía, de Rafael Rubio (1975), vuelve a reiterar lo que ya se ha vuelto una costumbre en este poeta: entregas impecables que resoplan a contrapelo de la actividad dominante en el parnaso antártico, siguiendo la caracterización de Juan Cristóbal Romero en su Oc (Pfeiffer, 2012. P. 7).
La siembra habrá sido mala, pero la cosecha excelsa, pues Rubio ha entregado lo mejor de su poesía (por lo que el prólogo de Carlos Germán Belli que inaugura el libro le viene en justicia), su obra más alta, lo que ya es bastante decir en atención a la calidad alcanzada en su poemario anterior, Luz Rabiosa (Camino del Ciego, 2007-2010).
Como el hombre sabio que saca cosas viejas y nuevas de su cajón, Rubio sigue desarrollando un bucolismo trastocado que ya le daba identidad a su primera publicación, Arbolando (DIBAM, 1998). “¿A puro relinchar vino el caballo?/ ¡Allá, el panal es cielo! ¡Acá, es la cueva/ donde el hambre y la sed nos zarandean!// De rabia el potro es luz: relincho, el rayo.”, reza el primer poema de Mala Siembra que, a su vez, fue el texto que clausuró ¾con variaciones mínimas en la puntuación¾ su antología Caudal (Pfeiffer, 2010).
Como si se estuviese escribiendo una obra total, en palabras del mismo Rubio al describir la obra de Zurita (Qué es el paraíso. Tácitas, 2013. P. 7), se vuelve a visitar el tópico del amor familiar y la muerte del padre en un código sacro, pseudo litúrgico y a la vez transverberado. “¡Allá en qué casa,/ la madre bulliciosa/ se llevará volando por los cielos/ los manteles litúrgicos y blancos/ como el miedo de un ángel,/ los tenedores, que no son de Dios,/ y los cuchillos, que no son del padre!”. Mixtura que rebosa en ira ante lo precario de la fe y de la existencia, precariedad que se constituye en tema esencial de este poemario. Ante esto no queda más que concluir, aunque pueda ser anticipado, que la poesía de Rubio no solo canta, sino que reflexiona, a través de la fiesta de la palabra, sobre tópicos hondos; así, la precariedad hace descreer de Dios y en lo más cercano, la familia, para abrazar ¾al modo de Rosenmann-Taub o de Uribe¾ a la muerte como una realidad avasalladora, destino democrático y palpable.
A juicio de este comentador, la sección más provocadora del libro es la denominada “Los discursos”. En ella, Rubio realiza un ejercicio esencial para resultar airoso en la escritura: reñir con el oficio adoptado, dudar de la bondad de las letras propias. “Considera cuán cínico es contar/ las sílabas en tiempos de miseria,/ mientras allá ¾en el campo de batalla¾/ alguien cuenta los muertos ¾minucioso¾/ como si fueran granos de mazorca”. Estos, los primeros cinco versos del poema “Defensa de la métrica”, a pesar de su título, ponen en entredicho (y por lo mismo ensalzan) uno de los rasgos más preciosos en la poesía de Rubio, cual es, el uso del verso medido y la rima.
“Te desvelas si falta alguna sílaba/ o si un acento cae en un lugar/ equivocado, es muy probable, Títiro, que dejes de comer durante días.”, expresa el hablante al modo de las Églogas virgilianas. Lo interesante es que el hablante y Títiro, el receptor, se confunden entre sí y con el mismo poeta: “No en vano, un sacerdote ha destacado/ tu virtuosismo en el oficio santo/ de la aliteración. (Un tartamudo/ ¾puesto en dificultades en el atrio¾/ podría aliterar mejor que tú,/ seguramente y con menor esfuerzo).”; versos que aluden a la mercurial crítica que Ignacio Valente dirigió a Rubio a propósito de su Luz Rabiosa, calificándolo como un poeta “ilustrado e iracundo”.
Por último, queda encarecer la contingencia por la que optó Rubio en algunos de sus textos, constituyendo un rasgo novedoso en su poesía: letras dedicadas a las aberraciones de Karadima y al incendio de la cárcel de San Miguel. Pero, además, está la contingencia personal del matrimonio y la paternidad.
Si los pámpanos son así de generosos, no queda más que celebrar las malas siembras.