La lectura de este texto nos invita a su comentario por varias razones. La primera, es que resulta atractivo como propuesta de lectura para quienes trabajamos con jóvenes estudiantes a quienes los profesores debemos “invitar” a leer. Esta invitación, que suele no tener respuesta, debe ser entendida en un complejo campo cultural en el que los medios electrónicos poseen un prestigio avasallador, sobre todo cuando se trata de poner a competir a la lectura con otras actividades más valoradas socialmente. Este texto procura atraer lectores mediante un argumento grotesco, hiperbólico y delirante, sanguinario y febril. Se trata de una serie de recursos retóricos que Walter Benjamin, el crítico alemán, pondría en la categoría de shock. El shock, según Benjamin, en la poesía de Baudelaire, muestra la consciencia del poeta de que los lectores están siendo estimulados por el entorno, los medios y la ciudad, de manera tal que la lectura meramente placentera se ve mermada como actividad. En un mundo en el que los estímulos sensoriales a los que están sometidos los lectores y la distribución del tiempo en distintas actividades, y por cierto en el valor simbólico y real de cada una de ellas, son determinantes para la categorización del tiempo. Así, el que se dedica a la lectura resulta un tiempo insignificante, de allí que el relato de Kenneth Bøgh Andersen enfatiza efectos y construcciones narrativas que procuran inquietar, apelar y movere a los jóvenes lectores con una trama inquietante, que bordea el delirio y la pesadilla, con hechos que a veces nos pueden parecer excesivos, pero que no son más que muchos de los programas de televisión o el cine que los adolescentes suelen ver. Se trata de un recurso que de alguna manera está impuesto por las condiciones en las que se suscita la recepción del arte en nuestros tiempos, particularmente si pensamos en que muchas de las informaciones de los medios de comunicación franquean permanentemente los límites de violencia tolerables para que aquellos contenidos sean meros hechos noticiosos. Es decir, no siempre los medios informan, prefieren impactar, movere, antes que relatar objetivamente los hechos, básicamente motivados por la necesidad de impactar en los índices de rating y en la sucesiva retención de receptores. En ese sentido, La úlhima obortunidat se plantea frente a los lectores desafiando el uso y la valorización de ese tiempo sometido a la insaciable voracidad de todos quienes se disputan ese tiempo de “consumo”, mediante un relato que impacta y mueve, pero que también incita a una reflexión profunda sobre el sentido de la lectura y de la educación. ¿Cómo? Esa es la segunda razón.
La segunda razón es que es un texto articulado en el plano de la gráfica, los dibujos y colores de las páginas, con los diálogos de los personajes, con el asunto de la narración y con el ritmo de esta. Para seducir al lector el texto acompaña los tiempos del relato y sus peripecias con la coloración de las páginas, la acumulación de imágenes y los parlamentos de los personajes en una suerte de consonancia de sentido. Las imágenes están, a mi juicio, bien armonizadas con los diálogos y el tiempo a veces en cámara lenta o acelerado, que tiene cada uno de ellos, así como con el relato. Esto hace del texto una experiencia de lectura provocativa. Una experiencia que incita la respuesta del lector. Ciertamente, los editores han elegido un tema que dice relación con los problemas que cruzan a la educación desde hace algunas décadas: la pertinencia y el sentido de los contenidos escolares están en perfecta correlación con el sistemático fracaso del sistema escolar, toda vez que estos se erigen como un sistema de tópicos y metodologías incoherentes con la experiencia de los alumnos fuera de la esfera escolar. El relato de Kenneth Bøgh Andersen nos interroga sobre el sentido de los aprendizajes mediante una pesadilla real referida en forma de cómic.
La tercera razón, y final, dice relación con una evidencia de la que este libro puede ser ejemplo. La necesidad (y su correspondiente satisfacción) de un catálogo de libros al que los estudiantes puedan acceder en función de renovar y actualizar las opciones de lecturas. Las alternativas a las que están sometidos los jóvenes lectores dan cuenta de una insuficiencia que proviene de la formación de los docentes y de las concepciones que tenemos de la literatura en las instituciones universitarias. Esa insuficiencia puede ser satisfecha con proyectos como el que nos ofrece Lom, una editorial que ha ido ocupando un lugar cada vez más relevante en el mercado del libro en un país donde los índices de lectura han estado generalmente en números rojos. Uno de los pocos recursos a los que se puede echar mano,un contexto con dificultades para la instalación de las prácticas de lectura, es ofrecer a los jóvenes lectores alternativas de lectura. Sobre todo allí donde, nos guste o no reconocerlo, la lectura no goza del suficiente prestigio como para poder competir con otras actividades más aparentemente seductoras como ver televisión o jugar en línea una batalla sangrienta entre norteamericanos e iraquíes.
Kenneth Bøgh Andersen nos platea un relato en el que desafía precisamente las fallas de un sistema en el que conocer, leer y disfrutar son actividades disociadas: el origen del fracaso del sistema escolar.
Kenneth Bøgh Andersen, La últhima obortunidat. Ilustraciones de Mårdøn Smet. Traducción de Camila Bunster D. Santiago: Lom, 2013.