El texto de presentación de un libro de poesía suele estar compuesto por algunos de los siguientes ingredientes, que pueden ser distribuidos en distinto orden siempre y cuando se mantenga la coherencia argumental:
– Palabras de buena crianza. Por ejemplo, podría agradecer a los asistentes, felicitar a la editorial Cástor y Pólux, alegrarme de compartir esta mesa con el poeta Carlos Cociña y enorgullecerme de presentar el último libro del poeta peruano Mario Montalbetti.
– Descripción del libro. Por ejemplo, podría mencionar que este libro también fue publicado recientemente en México por Mangos de Hacha, y señalar que está compuesto por 5 poemas más o menos extensos, varios de ellos subdivididos en secciones, uno de los cuales, “Vietnam”, fue publicado antes en una versión acompañada por fotografías que no se incluyen en esta versión.
– Descripción del autor. Por ejemplo, podría leer la información de él que aparece en la solapa, pero me la saltaré.
– Anécdotas que denotan intimidad del presentador con el autor. Por ejemplo, podría contar que he estado en contacto hace varios años con mi querido amigo Mario, y que hemos compartido algún café y profundas conversaciones en la Librería El Virrey en Lima.
– Anécdotas sobre las condiciones en que se redactó la presentación. Por ejemplo, podría contar que tenía ganas de sentarme con calma, tomarme un café y escribir esta presentación, pero en realidad debería señalar que terminé tomando algunas notas mientras participaba de un examen de grado y viajaba en taxi.
– Comentarios generales acerca del estilo de escritura. Por ejemplo, el tono más bien serio e irónico de los poemas, y las opciones irregulares de puntuación y mayúsculas.
– Chistes sobre el título del libro o de alguno de los poemas. Por ejemplo, el título del libro y de uno de los poemas es Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva), pero no se me ocurre ningún chiste.
– Citas de versos sueltos. Por ejemplo, el primero que anoté: “estas no son instrucciones para beber café”, al interior de un poema en el que se describen las reflexiones y ensoñaciones en torno a un café, o también “no puedo decir mucho más”, que se repite como ostinato en diversas parte del mismo texto, o también “trataré de mantener la boca cerrada”, o también “Mucha nada”.
– Citas de fragmentos más extensos. Por ejemplo, “todo está dentro de mi mente/ y sin embargo todo quiere entrar// entonces// ¿qué es lo que está afuera/ y sin embargo quiere salir?” o “a lo largo de una vida/ hay muchas imágenes,// pero finalmente/ hay unas pocas”, que muestran una característica forma de desarrollo argumental del autor, así como “La fotografía/ de la punta del iceberg/ es la punta del iceberg”, que podríamos parafrasear para asumir que la cita de un poema no es más que la punta del iceberg del poema.
– Referencias críticas a esta misma obra. Por ejemplo, algo que señaló Eduardo Milán en la edición de Mangos de Hacha: “Montalbetti piensa y escribe en forma sustancial -fraseo breve, suspendido, que cuenta, sin contar, con el silencio inmediato que se apodera de una línea, la comprime y la suelta-, mediante el parco auxilio de la repetición, una forma conocida por el lenguaje poético que cada vez distinta reitera su fidelidad: la invención de una fidelidad distinta”, o algo que señaló Micaela Chirif en su presentación: “estoy convencida de que Mario está convencido de que no hay nada que decir. No solo de que él no tiene nada que decir sino de que no hay qué decir. A pesar de ese convencimiento, en este libro, con mayor énfasis que en otros, Mario se sigue preguntando qué es ese qué que no hay que decir”.
– Relaciones con la obra previa del autor. Por ejemplo, podría mencionar que lo primero que leí de Mario Montalbetti fue una selección de Fin desierto en la antología Prístina y última piedra de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras, y que luego tuve la oportunidad de leer ese libro completo en su edición original, con un diseño gráfico que ampliaba el uso de la página, la tipografía y los colores. En esa ocasión, el texto que había leído previamente ganaba un mayor relieve en esta disposición que profundizaba la dimensión visual. Lo mismo me ocurrió ahora, pero al revés: primero leí “Vietnam” dentro de este nuevo libro, y posteriormente pude ver el pdf de la edición anterior que incluye una serie de imágenes recogidas de internet (de gente, de actividades culturales, de casas, de la selva, del papa), escogidas por el editor Ralph Bauer, y que no parecen tener una relación directa con el poema. En esta ocasión, al volver a leer el texto desprovisto de esas imágenes uno no las echa de menos, pero sí persisten como un rumor de fondo.
– Comparaciones con otros autores. Por ejemplo, “Arábica”, el poema sobre el café, podría recordar “El pabellón del vacío” de Lezama Lima, donde también refiere la escena en que bebe un daiquiri. Asimismo, el verso “El amor es la arquitectura de no entender” podría ser uno de los versos de Plagio del afecto de Carlos Cociña.
– Un elogio. Por ejemplo, que el mayor mérito de este libro, a mi juicio, es el modo modo en que están encajadas y desencajadas las piezas que lo forman: ése es su mayor talento.
– Alusiones a conceptos de otras disciplinas que el presentador conoce. Por ejemplo, para demostrar un manejo de áreas que domino mejor, podría indicar que el desfase aludido en los versos “El único homenaje del lenguaje a este mundo / es llorar a destiempo” me recuerda a la “latencia”, que es como se denomina, en música electrónica, al desfase entre que uno emite un ruido ante un micrófono o toca una tecla de un controlador midi y lo que efectivamente suena una vez que esa señal ha atravesado en una y otra dirección la tarjeta de sonido, el software, los plugins y los parlantes. O también podría decir, aunque el propio autor advierta que le joden “los excesos místicos”, que cuando leí “Me despido de la imagen” no pensé en ninguno de los teóricos contemporáneos de la imagen, sino en el místico medieval Heinrich Seuse, quien, luego de manifestar la utilidad de las palabras y las imágenes para llegar a Dios, advierte: “ten en cuenta ahora que estas imágenes esbozadas y todas estas palabras expuestas por figuraciones están tan lejos de la verdad sin imagen y son tan disímiles como el más negro moro al lado del bello sol. Y esto procede de la simplicidad sin forma y desconocida de la propia verdad”.
– Alusiones a conceptos de otras disciplinas que el presentador no conoce. Por ejemplo, la lingüística, de la que el autor es un experto. Todo lo que estudié de lingüística en mis cuatro años de literatura lo olvidé (o creo haberlo olvidado) convenientemente, a excepción de las abejas de Benveniste. Sólo en casos de emergencia, cómo este, vuelvo a mis libros y siempre recurro a los formalistas rusos, que eran amigos de los futuristas rusos, y creo que por eso me caen bien. Y recojo esta cita de Iuri Tiniánov sobre el sentido de una palabra en la poesía: “La palabra puede encontrarse en cierta serie (verso) completamente ‘falta de contenido’, es decir 1) el indicio fundamental de su significado puede introducir muy poco del nuevo elemento o 2) puede faltarle incluso todo vínculo con el ‘sentido’ general de la unidad rítmico-sintáctica. Y sin embargo el efecto de la compacidad de la serie se extiende sobre ella: ‘aunque no se diga nada, parece que se dijo algo’. El asunto es que pueden surgir, determinados por la compacidad de la serie (por una estrecha proximidad), indicios fluctuantes del significado, los cuales pueden intensificarse a expensas del fundamental, y en su lugar, y crear una ‘apariencia de significado’, un ‘significado imaginario’.”
– Una cita de una entrevista o ensayo del autor, que confirme de manera exacta lo que el presentador quiso y no fue capaz de decir. Por ejemplo, “En realidad se trata de una gran certeza, la certeza de que uno no puede decir lo que quiere”.
– Una conclusión efectista. Por ejemplo, frente a su verso “No puedo decir mucho más”, podríamos pensar que finalmente sí parece que en estos poemas se está diciendo algo. ¿Pero qué?
Felipe Cussen es académico del Instituto de Estudios Avanzados de la USACH. Este texto fue leído para la presentación de Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva) de Mario Montalbetti, en el Instituto de Estudios Avanzados-USACH, el 27 de septiembre de 2016, y corresponde al proyecto Fondecyt nº 1161021 “Poéticas negativas”. Mario Montalbetti viajó a Chile invitado por el proyecto Fondecyt Iniciación nº 11150061 “Poéticas de las posvanguardias: poesía, artes y redes en Chile y Perú, entre los años 1930-1950”, dirigido por Macarena Urzúa (Universidad Finis Terrae), para participar en el Coloquio “Poesía no eres tú”.