El Pensamiento de Prigogine
Arnaud Spire
Editorial Andrés Bello, Santiago, 2000
Las ideas del físico, químico (Premio Nobel 1977) y filósofo Ilya Prigogine (1917) son materia de acalorados debates dentro de los círculos científicos e intelectuales. Muchos colegas lo han señalado como un «desertor de las ciencias», debido al amplio alcance de sus generalizaciones teóricas que, entre otras cosas, vienen a desarticular el determinismo (o raciocinio cerrado) de las ciencias mediante una perspectiva de las probabilidades y de las posibilidades evolutivas. Prigogine combate la idea de que la naturaleza está sometida a un determinismo inmutable y a leyes idénticamente reproducibles, y señala que la naturaleza es creativa (inventa) y su dimensión temporal está muy lejos de agotarse en la concepción matemática cartesiana de un tiempo absoluto. El aporte que le valió el Nobel a Prigogine fue la generalización de la termodinámica, disciplina que establece las leyes concernientes a las relaciones que existen entre calor y trabajo mecánico. A partir de la invención de la «termodinámica estadística» por parte de Boltzmann, Prigogine esbozó lo que calificaría como «termodinámica general», donde explica la aparición de «estructuras disipativas» en el mundo físico, las cuales permiten concebir la forma en que el desorden genera orden. En su ameno compendio del pensamiento del sabio belga de origen ruso, Spire explica que «por intermedio de ínfimas fluctuaciones-bifurcaciones se constituyen, a partir del caos y lejos del equilibrio, nuevas organizaciones complejas.» Entonces, la entropía, hasta ese momento considerada como «degradación o proceso de muerte térmica» sería también creación de lo nuevo, dinamismo y construcción. Si la hipótesis se confirmara plenamente, esto significaría que «las raíces del tiempo se hunden en el universo a más profundidad de lo que pensábamos». En este marco, Prigogine introduce su idea de una «nueva alianza» donde la ciencia, al alejarse del determinismo de la física clásica, vuelve a ligar al hombre con la naturaleza, aproximando las leyes de la ciencia a las leyes de la vida al concebir a la vida como «una expresión muy profunda, muy característica, del universo en que vivimos». Universo que es esencialmente «probabilista» y que contiene tanto lo reversible como lo irreversible, lo determinista como lo aleatorio, donde, sin embargo, lo irreversible es la norma, y lo reversible son procesos ejemplares, «en el sentido en que lo son los relatos simplificados que presentamos a los niños antes de enfrentarlos con los problemas reales». Mediante la introducción de la noción de la flecha del tiempo (tiempo unidireccional que precede a la materia), en oposición a las leyes atemporales, Prigogine articuló lo que podríamos llamar una nueva certidumbre: «el futuro no está escrito en ninguna parte». «Concede -por lo tanto- al tiempo su creatividad fundamental y a los hombres su responsabilidad intrínseca en la construcción del porvenir». Mientras algunos consideran al Big Bang como el inicio del tiempo, Prigogine considera que la gran explosión es el proceso irreversible por excelencia que puede ser concebido como el inicio de nuestro universo, pero no del tiempo («que no tiene principio, y probablemente no tenga fin»).
Las teorías de Prigogine sin duda configuran una revolución científica y filosófica de largo alcance, pues intentan instalar un nuevo paradigma en el marco del pensamiento occidental. En El fin de las certidumbres, obra reciente que se erige como una de las piedras angulares de su pensamiento, Prigogine invita a superar la contradictoria idea de que el universo está regido por leyes deterministas y, sin embargo, los hombres se mueven y actúan libremente en él. Lo que pretende es encontrar «la vía estrecha entre el universo determinista -que es alienante, porque el hombre no tiene su lugar- y el universo aleatorio», donde no habría lugar para la razón con los límites que le asigna el racionalismo clásico. Es preciso, entonces, encontrar leyes naturales que desemboquen en la pluralidad de los posibles, admitiendo las limitaciones de dicha empresa. «Si el mundo está determinado -afirma Prigogine – el tiempo es ilusorio. Si el tiempo es ilusorio, el aprendizaje, la historia, nuestra vida son ilusiones.(…) La idea de que somos autómatas, aunque perfeccionados, pero que no saben que son autómatas, me resulta difícil de aceptar. La historia del pensamiento occidental ha sido una historia desdichada porque siempre está escindida entre la imagen del autómata y la idea de un mundo dirigido por Dios». Para Prigogine, la vida es una realización de las posibilidades que hay en la naturaleza. El hombre es una posibilidad que se ha hecho realidad y que no está en contradicción con el universo, justamente por ser una expresión del universo. La redentora vocación humanista del científico Prigogine permite, por fin, hacer coincidir el tiempo de la ciencia con la concepción proustiana del tiempo, donde «una hora no es una hora sino un recipiente lleno de perfumes, de sonidos, de proyectos y de climas».
Héctor
4 mayo, 2016 @ 1:11
Un excelente artículo sobre la visión que tiene Ilya Prigogine del fin de las certezas que nos llevan a replantear la idea determinista del universo y el paso a una concepción aleatoria del mismo.