La exposición Retro (mármol azul en temple v/s pino en esmalte spray), de Gerardo Pulido (1975), presentada en la Galería de Arte Tajamar, es una intervención pictórica de temple y spray sobre vidrio. A través de estos materiales, y haciendo un particular uso de la arquitectura de la galería, Pulido representa respectivamente mármol y madera de pino sobre las instalaciones. Existe un antecedente relevante para el análisis de la exposición, una suerte de particularidad estructural del espacio simbólico que sobrepasa su forma hexagonal, de escala pequeña y caras vidriadas. Esta cajita de vidrio que tiene como finalidad mostrarnos arte es a su vez un objeto en sí mismo, no sólo una estructura transparente.
Distinto es esto a una galería tradicional, en la que siempre estamos en un contacto parcializado con su arquitectura, siendo el afuera la fachada que anuncia, y el adentro el recinto que contiene. En este caso, a la transparencia de la galería se le suma el hecho de que Pulido haya optado por intervenir ambos espacios, el adentro y el afuera, es decir, ambas caras de los vidrios.
Como resultado, la transparencia desaparece para hacer presente ese espacio intermedio, que adquiere grosor por medio de la decisión del artista, como si, paradójicamente, para hacernos reparar en la transparencia del vidrio, Pulido debiera limitarnos la posibilidad de ver a través de él. Nos hace conscientes de que por más milimétrico que sea, el vidrio también tiene un espesor material más acá de su transparencia.
La galería, además de ser un espacio simbólico de presentación del arte, es también, y en este caso primeramente, el espacio material donde el arte acontece, es su soporte. Esta doble lectura que se obtiene del recinto no tiene que ver tanto con las características propias del lugar, sino que es el resultado de la apropiación que el artista hace de su arquitectura, y de las decisiones que toma a la hora de intervenirla.
La obra presentada configura una serie de seis formas romboidales pintadas sobre el vidrio. Tres de ellas están pintadas con esmalte spray del lado externo de la galería, y simulan madera de pino. Las otras tres están pintadas con temple del lado interno, y simulan mármol. Cada una de estas formas abarca dos caras del hexágono de la galería, y no sólo están pintadas sobre el vidrio, sino que también abarcan las bisagras y los marcos de las puertas. Este hecho no es irrelevante, ya que es justamente mediante esta decisión que la obra, aunque bidimensional, logra generar una suerte de recorte entre aquello pintado y su soporte. Así, es la interrupción de la regularidad del soporte la que delata la ilusión, acusando: esto está pintado.
Encuentro dos temas ineludibles a tratar, que se resumen ambos en la elección de los materiales, en el sentido más amplio del término. El primero tiene que ver con los materiales propiamente tales, es decir, temple y esmalte spray. O más bien, con la contraposición de estos materiales en sus respectivas ubicaciones de interior y exterior. El esmalte spray es un material comúnmente asociado al graffiti urbano, un material moderno e industrial con el que podemos encontrarnos en los muros de cualquier ciudad. Por otra parte, el temple es un material de gran antigüedad en el arte, asociado especialmente con el medioevo, y en particular con la tradición. Entonces, en cuanto a la elección de materiales, encontramos en las caras exteriores de la galería un material urbano y contemporáneo, mientras que en el interior encontramos un material cuya tradición en el campo del arte le otorga un gran valor simbólico.
La transparencia genera la ilusión visual de continuidad entre los espacios físicos que el vidrio separa. Sin embargo, la pintura sobre el vidrio, y especialmente, dos tipos de pinturas que se asocian directamente con la ubicación que el artista ha elegido para ellas (como recién explicamos), logran como resultado reforzar la idea de que existe un adentro y un afuera de la galería que no sólo se delimita espacialmente, sino también, y quizás fundamentalmente, de manera simbólica por la ubicación que se le da a cada una de estas pinturas. El vidrio tiene de pronto un anverso y un reverso. Lo mismo que la pintura, ya que podemos ver su atrás.
El segundo punto, tan importante como el primero, es el qué se representa por medio de estas pinturas. Entonces, nos desplazamos del plano de los materiales al plano de las materialidades. En este sentido, el qué se pinta también refuerza la relación de tensión (interior-exterior) señalada desde los materiales. La madera de pino es un recurso abundante, fácil de procesar y de transformar, por lo que está lejos de ser un material de lujo. Por otra parte, la dureza, resistencia y durabilidad del mármol lo convierten en un material más exclusivo y costoso.
Podríamos decir entonces que la contraposición de pino y mármol enfatiza dos valoraciones diferentes sobre el espacio de la galería, haciendo de su interior el lugar de aquello que vale, y reforzando así el halo de trascendencia que normalmente se asocia a las obras de arte. El material se ocupa topográficamente en el lugar que le corresponde, y además simula metafóricamente un material otro que también le es afín según el valor que comúnmente se le otorga. Es así que una serie de operaciones formales se unen al oficio de pintor moviéndose por distintos estratos de lo artístico, del arte callejero al arte culto, de la calle al circuito institucional.
La experiencia de esta muestra vacía las palabras. Como esa sensación de tener una palabra en la punta de la lengua y no poder nombrarla, a pesar de tener en mente exactamente lo que se quiere decir. Quizás podamos explicar esto volviendo sobre el título de la muestra: Retro (mármol azul en temple v/s pino en esmalte spray), que nos señala materialidades y materiales. No sólo eso, sino que nos indica qué debe ser aquello que vemos y de qué está hecho. Leemos entonces el letrero en la puerta de la galería y decimos esto es madera, y lo asociamos con aquella pintura que simula ser madera. Leemos también esto es mármol, y vemos algo que se le parece.
Sin embargo, cuando enunciamos mármol o pino y encontramos pintura, se produce una suerte de vacío entre el significante que usamos para nombrar y el significado que tratamos de atribuirle. Es allí cuando caemos en un abismo metafórico. Más aún, Pulido realiza otra operación. Para pensar en la madera o en el mármol, generalmente recurrimos a la imagen mental de un objeto hecho de madera o mármol. Podemos imaginar una mesa, la mesa de una cocina, una escultura o los durmientes de una casa. Es decir, buscamos en nuestro archivo de memoria un objeto que esté constituido por estos materiales.
Pero pensar en la materialidad de estos materiales sería muy distinto, y de seguro no se condice con la imagen que el artista nos presenta de ellas. Ni el mármol ni la madera son láminas de espesores milimétricos y recortes romboidales. Tampoco pareciera que la intención fuera mostrarnos rombos hechos de pino o de mármol. Pareciera más bien que lo que se nos muestra es la materialidad en sí misma (si es que esto es acaso posible), y a través de ella, el significado que deriva no ya de su ser para otra cosa, sino de sus características propias.
Por último, quisiera detenerme sobre el espesor de la muestra. En cierto sentido, Retro es también una paradoja que nos obliga a preguntarnos acerca de qué significa la materialidad de lo visual hoy en día. En tiempos en los que todo está mediado por el plano y la inmaterialidad, ya sea por el computador, la pantalla del teléfono, la información archivada en la web, etc., cuantos más esfuerzos se hacen por construir ilusiones seudo reales en 3D, más plano se vuelve aquello que sólo existe a través de la mediación de la tecnología. Es entonces cuando me pregunto si esta muestra trata más acerca de la visualidad del material, o la materialidad de lo visual. En un intento por responder, caigo en la trampa de la retórica pictórica: distraída por la imagen pintada, casi pierdo las claves que se encuentran en el revés de la pintura delatado por el vidrio.
* Esta nota forma parte de una serie de artículos co-editados conTaller BLOC
tsu
20 enero, 2015 @ 22:08
Que «paradoja» más bonita…!!!