Vanessa Delgado, recién egresada de la Licenciatura en Historia del Arte de la UAH, con una tesis sobre arpilleras del periodo dictatorial, nos reseña hoy esta exposición que puede visitarse en la Galería de La Victoria, Teatro Municipal de Maipú, hasta el día 29 de marzo.
Colgadas en paredes blancas, una al lado de la otra, las arpilleras de esta exposición resultan fascinantes. Desde el último peldaño de las escaleras que nos conducen a la Galería de La Victoria en el Teatro Municipal de Maipú, podemos observar expectantes la hilera de arpilleras que aguardan para contarnos retazos de historias hilvanadas.
A primera vista, existe algo cautivador en la simetría con la que cuelgan los cuadros que albergan estas arpilleras. La disposición lineal del recorrido despierta de inmediato nuestra curiosidad sobre estos tejidos. Con sus fondos negros, sus grandes dimensiones y ese aire misterioso, se presentan de forma imponente, cargadas de una fuerza envolvente que nos invita a acercarnos más; a inclinarnos, agacharnos y ponernos de puntas para poder apreciar cada una de sus peculiaridades. Este ejercicio de observación nos advierte también de su carácter sensible; en aquella ternura de las puntadas, en la meticulosidad de la selección de los géneros. Detrás de esa fuerza inicial que emanan los lienzos negros, se esconde una delicadeza que cautiva al público, instándolo a sumergirse en los intrincados detalles de estas obras textiles.
Entretejidas con tal cuidado y finura, estas piezas producidas en Linares, en uno de los talleres artesanales iniciados por la Fundación PIDEE alrededor de 1985, nos sumergen en las memorias de un grupo de mujeres golpeadas por la dictadura civil militar. A través de este quehacer artesanal que combina técnicas de bordado, hilado y la aplicación de telas de diversas texturas y tamaños sobre un soporte de estopa o tela gruesa, se crean escenas que “encierran toda una crónica de la vida del pueblo chileno”[1].
Las mujeres de esta agrupación trataron temáticas ligadas a la contingencia sociopolítica pero siempre tomando su cotidianidad y sus experiencias personales como motores creativos. Sus testimonios y la transparencia de sus sentires articularon un discurso político que las posicionó en un lugar de resistencia ante la violación de los derechos humanos. Desde su espacio doméstico, estas creadoras ocuparon las telas como herramientas para expresarse, para manifestar sus pesares y luchas. Ellas crearon composiciones visuales que se aproximaron a la realidad del país a través del medio textil.
Al acercarnos a estas arpilleras de la Fundación PIDEE, vemos que son obras vivas y detalladas, con múltiples elementos que nos incentivan a explorarlas visualmente. Cada una de sus partes está hecha para ser un instrumento de lucha, pero también para ser valorada desde su carácter estético y su singularidad.
Al observarlas es fácil reconocer en ellas un esquema compositivo de líneas horizontales, que se repite en cada una de las arpilleras. En estas aparecen figuras de edificios, casas, autos o árboles agrupados –en su mayoría– de forma lineal y ordenada. Asimismo, estas tienen una lógica bidimensional y el espacio está constituido por sus propias coordenadas que remiten a la experiencia formativa de las arpilleristas. Las discordancias en el tamaño de objetos como edificios, personas y árboles, así como el direccionamiento o la falta de perspectiva de los automóviles en el imaginario espacial de la tela, son señal de una producción que es realizada desde conocimientos alejados de términos y conceptualizaciones propias del campo de las Bellas Artes. Estas mujeres que se dedicaban a oficios, trabajos domésticos y prácticas rurales, enriquecieron su producción al apuntar siempre a su arraigo popular y no al perfecto manejo de las técnicas de dibujo.
No obstante, es evidente que pasaron por un arduo proceso de aprendizaje durante el cual adquirieron nuevas técnicas de dibujo y de bordado, y empezaron a pensar en los componentes estéticos de sus tejidos. Las arpilleristas de este taller tenían una fijación por crear piezas de gran armonía estética, preocupándose de los elementos compositivos, formales y materiales de sus producciones. Al analizar el repertorio de esta exposición, vemos por ejemplo, que a sus autoras les importaba que todas sus obras tuvieran un fondo específico, una terminación particular en sus bordes, y que la disposición de los objetos mantuvieran una verticalidad, con escenas que se desarrollaran de abajo hacia arriba. Asimismo, gracias a Marcela Polloni –artesana que prestó asistencia en los talleres– sabemos que las arpilleras pasaban por un proceso de maquetación previo a la aplicación de las telas y que a partir de un manual de confección las mujeres se instruyeron en diversas formas de bordado y costura, todo esto con el fin de identificarse como agrupación.
Podemos apreciar este perfeccionamiento de sus técnicas en arpilleras como “Lugar de tortura Putagán” e “Inmolación de Sebastián Acevedo”. En la primera, el uso de puntadas cortas e irregulares para representar un paraje silvestre situado a los pies de la montaña, nos lleva a la provincia de Putagán en Linares, una zona naturalmente boscosa regada por ríos. Estos detalles dan cuenta del sentido de territorialidad de sus arpilleras, pues, en este tejido bordan su propia localidad, reproducen la espesura que ven a través de sus ventanas, imitan los caminos que han aprendido de memoria y plasman con finura sus tierras heridas, subyugadas por las fuerzas militares que convirtieron partes de su ciudad en centros de tortura. Por otro lado, en “Inmolación de Sebastián Acevedo”aparece un suceso estremecedor, una historia que nos habla del quebrantamiento de un padre, pero también del abuso y la falta de legitimidad de la dictadura; de la impunidad y la violencia que imperaba en el país. Hilos brillantes similares a llamas, enredan la figura de Sebastián, expresando la desesperación de este hombre que aparece de brazos cruzados, como simbolizando con su cuerpo envuelto en lana e hilos el destino forzado de sus hijos y otros prisioneros políticos cuyos paraderos se desconocen hasta el día de hoy.
De esta manera, el recorrido por la exposición “Relatos de dictadura”, del taller de arpilleras de la Fundación PIDEE de Linares. nos llena de emoción, ya que nos acerca a historias que son parte de la memoria colectiva de Chile. Entendiéndolas como registros textiles, estas arpilleras nos sitúan en un periodo oscuro del país que no debe ser olvidado, sino recordado y rememorado con respeto y un firme compromiso; compromiso con las víctimas y sus familiares, tal como lo hicieron estas arpilleristas en su momento al capturar con hilos de resistencia las voces acalladas de cientos de chilenas y chilenos.
[1]Guy Brett, “Patchwork pictures from Chile”, Spare Rib vol. 63 (1977): 8.